Raúl García Carnero es un buen lateral izquierdo. Es un activo que ha rendido mucho y bien en el fútbol profesional. 180 partidos entre LaLiga Santander y LaLiga SmartBank definen a un jugador de 31 años que llegó el pasado mes de enero al Estadio José Zorrilla en un contexto muy claro: eliminar el problema del Real Valladolid en el carril zurdo. La lesión de Nacho Martínez, el mal resultado de la experiencia de Fede Barba y la evolución que necesitaba Roberto Corral generaron un problema grave en los meses de diciembre y enero.
Ante todas esas situaciones, el Real Valladolid apostó por Raúl García Carnero, en un movimiento similar al que el Club realizó en enero de 2016 con el fichaje de Nikos Karabelas. Con las dudas que ofrecía Mario Hermoso, el futbolista griego llegó al Pucela para ser un ‘parche’, en el buen sentido de la palabra. Llegaría, cumpliría sus objetivos y se marcharía para dejar libertad en la planificación de la temporada 2016/2017, como así fue. Ese perfil era el que, en su momento, cumplía Raúl García Carnero, que definía todas y cada una de las exigencias y peticiones de su fichaje.
Con rendimiento inmediato y superando lo ofrecido, Nikos Kabarelas y Raúl Carnero cumplieron en sus primeros seis meses en Zorrilla. Ahora, Miguel Ángel Gómez cambia la decisión de Braulio Vázquez y aprovecha la inercia dejada para firmar un contrato de tres temporadas al lateral gallego. En esa vinculación está, bajo mi opinión, la confirmación de los roles y papeles que hay en el equipo de Sergio González.
Siempre he considerado que este Real Valladolid se rige por escalafones y la contratación del lateral me lo confirma. Entiendo este fichaje y la ampliación de su vinculación con el Real Valladolid desde la prioridad que tiene Sergio de que Nacho Martínez sea su lateral izquierdo titular. Desde ese punto, comprendería pero no compartía, ampliar hasta 2023 la unión de Carnero, el parche que llegó en enero por un problema real del Real Valladolid, deficiencia que solventó pero tras la que terminó siendo suplente de Nacho Martínez.
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