Casi que hasta me niego a hablar de redes sociales. Se les da una importancia exagerada pero también es cierto que sería absurdo negar el peso que tienen en la actualidad. Su trascendencia en el día a día es elevado y es por ello que vivimos en la etapa de las exageraciones, de las hipérboles y los términos superlativos. Se exagera el análisis, ya sea aspecto positivo o negativo, hasta vivir dentro de una canción de Fangoria. ¿Cuánto hemos estirado el término «viral»? Este detalle marca los análisis que existen en el mundo del fútbol y, obviamente, en el Real Valladolid.
Sergio González lo ha hecho en el reinicio de la competición. Ha elogiado en exceso el hacer de su equipo y ha destacado en demasía los resultados y las victorias del equipo. Seducido por este estilo actual, el entrenador catalán ha elevado a tintes heroicos lo conseguido por su equipo en algo que para mí es un error. Elogiando lo conseguido y celebrando con entusiasmo la continuidad del Real Valladolid en LaLiga Santander, creo que hay que poner en su lugar lo conseguido por el Real Valladolid. Lo firmado por los pucelanos es la consecución del objetivo marcado para la temporada, algo que estaba en los planes del Club y que, por lo tanto, limita muchas de las hipérboles utilizadas para el análisis.
Aumentar los calificativos a la consecución del objetivo no es más que el menosprecio a las cualidades y posibilidades del Real Valladolid
Siempre quiero dividir entre objetivos y obligaciones a la hora de diseñar, planificar y analizar el fútbol. Entiendo que las diferentes entidades deportivas programan sus objetivos y que buscan esos horizontes desde obligaciones. Ahí entra la diferenciación entre un equipo u otro y entre un entrenador u otro. Lo que para uno es una obligación para otro es un sueño, un imposible o algo intrínseco a la entidad en la que está. Creyendo que las obligaciones llevan a la consecución de objetivos, estos nunca pueden ser éxitos o milagros.
¡Evolución!
Si Miguel Ángel Gómez ha descartado la salvación del Real Valladolid como un «milagro» porque hay «mucho trabajo detrás», como ha narrado en sus redes sociales; yo me niego a pensar o a definir la temporada del Real Valladolid como un éxito. Creyendo que el Real Valladolid tenía potencial para sus objetivos de la temporada, conseguirlo no debe ser calificado con exageración. Aumentar los adjetivos para definir la temporada del equipo blanquivioleta no es productivo y sólo es positivo para Sergio González y su imagen. Aumentar los calificativos a la consecución de un objetivo no es más que el menosprecio a las cualidades y posibilidades de un equipo que ha rendido mucho y muy bien durante la temporada pero, sobre todo, tras el reinicio de la competición. Cuando se ha potenciado la fuerza del vestuario, éste ha respondido con creces.
Por ello, la permanencia del Real Valladolid es la consecución del objetivo. Ni más ni menos, y que no es poco. Con mérito, personalidad, fuerza, constancia, rendimiento del grupo, aprovechamiento de los recursos y una innegable evolución, el Real Valladolid da un paso importante en el asentamiento de su proyecto en LaLiga Santander. Tres campañas en las que, real y objetivamente, el Pucela ha conseguido crecer y evolucionar siendo este último término el que más debe enorgullecer a su entorno y afición porque es real, sincero, honesto e ilusionante.