Tras mucha espera y, sobre todo, después de la montaña rusa que Sergio González había generado con sus declaraciones sobre Hatem Ben Arfa en los últimos días, el francés disputó en Sevilla su primera titularidad. En el empate (1-1) del Real Valladolid en el Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, la estrella francesa firmó su participación más alta para vivir el partido que todo análisis honesto podría esperar de un jugador con los condicionantes con los que llegó a Pucela y con los que ha crecido en estos meses en España.
Siguiendo bajo la idea de que ésta era la oportunidad que el jugador necesitaba para comenzar a tomar rodaje y poder esperar algo de él en las jornadas que restan, su participación futbolística dejó la imagen de un jugador lento y peso en la toma de decisiones. Sin fuerza para ser líder ni tomar protagonismo, la posición de segundo punta le vino bien para poder trabajar entre líneas y ofrecerse en muchas ocasiones como la referencia para el pase de seguridad del equipo tras el robo. Pese a no estar en sus mejores condiciones, la primera parte del partido del jugador mostraba ganas de jugar y de convencer.
Hatem Ben Arfa no iba a Sevilla para cumplir el expediente. Quería participar y pedía el balón tras el robo del Pucela. Con su ofrecimiento, el Pucela superaba una línea rival y el equipo conseguía estirar o, incluso, asentarse en el campo rival. Con metros de distancia sobre Miguel de la Fuente, Ben Arfa tenía la posibilidad de ser protagonista pero le faltaba ese estado de forma y confianza que necesita cualquier jugador como él: el que necesita individualidad y cambios de ritmo. El fútbol de Ben Arfa pide oportunidades como la de Sevilla y rasgos como los del encuentro en el Pizjuán.
Querer, quiso
Bajo esa situación, el Real Valladolid está algo más cerca de ver a un jugador diferencial. Tendrá esas posibilidades porque ganará en fuerza, confianza y competitividad. Este último condicionante es el que más puede definir a un jugador como el ‘3’ y en Sevilla, pese a su intención por tener peso y protagonismo, su toma de decisiones era lenta y su capacidad para tener claridad en el campo rival, limitada. Pese a todo, la sensación exterior y detrás de un monitor es la de un jugador que quiso jugar en Sevilla y que intentó que su juego, propuesta y estilo sirviese al Pucela dentro del «escenario» que le había preparado el cuerpo técnico.