No conozco de nada a Miguel de la Fuente. Es más, es un jugador oficialmente del Real Valladolid Promesas y siempre he querido ir con mucho cuidado con jugadores del filial. No por la apropiación que cierto sector hace de este equipo sino por los intereses cruzados que existen con jugadores de esta edad y los importantes cambios y desniveles de rendimiento que tienen futbolistas jóvenes que deben asumir muchas variaciones en su situación, deportiva y social.
Un tema de Club, no de filial
El mundo de los filiales está lleno de egoísmos, ambiciones y celos y, por lo tanto, expreso mi opinión en este mundo, que considero que genera un debate hasta «tóxico», de una forma mínima. Pese a ello, quiero ampliar mi opinión sobre Miguel de la Fuente porque su caso es mucho más amplio que lo que se refiere al equipo de Javi Baraja. Hablo de «ampliar» en relación a lo que ya he expuesto sobre este tema en el videoblog de ElDesmarque Valladolid. Mi opinión de la situación es que el jugador está enfadado y tiene motivos para estarlo. Por ello veo lógico su enfado y comprendo y entiendo al futbolista. A nivel deportivo y social no se ha valorado al jugador como entiendo que se merece.
Hablar del de Tudela de Duero es hacerlo de un talento descomunal, un jugador que futbolístcamente tiene unas cualidades brillantes para el fútbol moderno. Emociona verlo jugar. Tiene detalles de enorme calidad y la sensación de tener aún margen de mejora. Esa ampliación de cualidades se deben hacer en competiciones de su nivel y, obviamente, Segunda división B ya no es su sitio. Sabiendo que ha cumplido una etapa, sensación que ya pudo tener el pasado verano, Miguel necesita un salto. Él podría querer apostar por un club que deportivamente no demuestra confiar en él.
93 minutos esta temporada en el primer equipo, menos incluso que la temporada pasada, y ninguna titularidad han podido decantar la decisión de un futbolista al que le une vinculación con el Estadio José Zorrilla hasta 2021, es decir, durante una temporada más. Es aquí dónde está la primera ‘ampliación’ de mi opinión. Con todo, no entiendo la exposición a la que está sometiendo el Club al jugador ahora. Obviamente se hace como maniobra de presión y fuerza para que el jugador acepte la propuesta pero la pregunta es para qué se quiere, realmente, que Miguel esté en el Club a corto plazo.
Se busca la renovación o, al menos, eso se intenta demostrar de cara al exterior. Se le ‘presiona’ para ello pero, por el contrario, se firma a jugadores de su perfil para la temporada próxima. Actualmente, Sergio González tiene apalabrados, oficialmente, para el próximo año a Sergi Guardiola, Sekou Gassama y Marcos Andrés. Son delanteros que, salvo el de Jumilla, tienen circunstancias similares a las de Miguel. Sin contextos futbolísticos, catalán y brasileño son jóvenes y necesitan minutos. Todo hace una competencia directa, una motivación para el jugador, sí, pero, también, una exigencia inmerecida para él.
Por ello, su decisión de no aceptar la decisión es entendible, todo lo contrario de la exposición que podría estar haciéndose desde el Club con el jugador. Señalarle ya no es que no sea el camino sino que, posiblemente, no sea ni justo porque en el fútbol, como en la vida, lo básico no es decir que alguien es importante, sino demostrarlo y si Miguel no renueva es porque el Real Valladolid no le ha confirmado, con hechos futbolísticos, que lo es y hablamos de un talento que será lo que «él quiera ser».