Recuerdo que viví de cerca el play off de ascenso del Real Valladolid en el año 2018. Por diferentes circunstancias estuve presente en todos los encuentros de la promoción del equipo de Sergio González y, también, en ciertos entrenamientos. Por ello, la opinión que tengo de la propuesta del catalán y el cambio que hizo tras el ascenso la ratifico ahora como hice en el mes de agosto de 2018. En aquel momento la barrunté tras ver en directo el duelo del Pucela y el Rayo Vallecano en Íscar. En aquel partido, en el que muchos conocimos a Waldo Rubio, me quedé impresionado por el convencimiento de Sergio y no por el extremo pacense.
Pese a que Kiko Olivas, Javi Moyano, Nacho Martínez, Óscar Plano, Fernando Calero o Míchel Herrero, entre otros tantos, no estaban ni en la convocatoria, el duelo me dejó con la boca abierta por la claridad en la propuesta del Real Valladolid. Se veía un equipo convencido y concienciado de lo que hacía. En plena reconstrucción sin Jaime Mata, el Pucela se encaminaba a lo que quería Sergio González y el equipo, no entusiasmaba por su juego, pero convencía por credenciales difíciles de conseguir en un equipo por terminar de hacer y con muchos futbolistas del Promesas. Tengo dos o tres imágenes de aquel duelo del 8 de agosto de 2018 en el que me quedé entusiasmado e impresionado por la presión tras pérdida que ejercía el equipo.
Un futbolista como Ivi López ejercía una presión altísima tras perder el balón. No esperaba eso de él y, obviamente, éste era un rasgo con la firma de Sergio González. Por ello, en estas líneas escribí convencido que «en Íscar no se dejó patente qué va a ser del Real Valladolid ni con quién pero, posiblemente, sí cómo va a jugar este equipo». La idea ya estaba hecha y no sólo iba por esa presión detallada sino por una dupla de delanteros, por dos líneas de cuatro jugadores muy cerradas y unidas, por una espera al rival poco más del campo propio, por la búsqueda de errores y por una exposición mínima en riegos y toma de decisiones. Sergio cambiaba al equipo y lo hacía más ‘suyo’. Buscaba limitar carencias, algo lícito, pero, sobre todo, lo conseguía, y ahí llevaba y llega mi elogio.
Íscar, un ejemplo más
Mi considero una lectura mínimamente crítica con la propuesta de Sergio. Creo que el entrenador catalán puede conseguir que su equipo dé más y que lo haga de otra forma. Aunque quizás ésta no sea una lectura sólo con el entrenador catalán y sí con el entorno que alimenta las ‘mantas’ y la mediocridad del equipo, mis elogios para el convencimiento que Sergio González tuvo sobre el equipo desde el primer instante es altísima. Aquel día en Íscar el Pucela no tenía nombres importantes de lo que sería su estructura del 2018/2019 pero Sergio mostró las credenciales que tendría con cualquier once. Ese convencimiento en los principios innegables del equipo es el mayor elogio para un entrenador que busca todo desde los equilibrios y las sinergias pero, sobre todo, desde una idea fija e inamovible, como comentó Álvaro Aguado en la entrevista que le realicé recientemente para ElDesmarque Valladolid.