El pasado verano el Real Valladolid quería reforzar su juego exterior. Pese a renovar a Javi Moyano y a Antoñito Regal, Sergio González y Miguel Ángel Gómez buscaron una opción diferencial para reforzar el costado diestro. Se buscaba un jugador polivalente que aumentase las posibilidades ofensivas del equipo y se encontró. Desde que se marcó ese frente, la dirección deportiva tuvo claro su objetivo: Pedro Porro. El lateral del Girona FC era el deseo prioritario del Club. Cumplía todos los ingredientes buscados.
Uno de los jugadores jóvenes de moda del fútbol europeo llegaba al Estadio José Zorrilla aumentado las posibilidades del equipo y dando, indudablemente, un salto de calidad al juego ofensivo. Por lo visto en la temporada 2018/2019, el Real Valladolid acertaba. La proyección y el presente del jugador eran un seguro para un equipo que necesitaba fuerza en el carril diestro. Pese a la ilusión por la llegada del de Don Benito, las primeras jornadas demostraron que el jugador necesitaba tiempo; y el Club y el entorno, paciencia.
Con un progresivo cambio de posición, el tiempo iba a ser el mejor aliado de un activo diferencial en el papel pero casi intrascendente en la práctica. Es cierto que queda mucha temporada y que en el fútbol todo cambia en pequeñas fracciones pero, rozando el final de la primera vuelta, todo lo que deja Pedro Porro es cuestionable. Sin tener datos ni la opinión para asegurar que su participación es negativa, los pocos minutos que ha tenido hasta la fecha, la escasa regularidad en el juego y en el rendimiento y el rol secundario con el que terminó el año 2019 le señalan con un perfil que, ahora, es dudoso para crecer en esta cesión por la cuestionable respuesta que el futbolista pueda tener ante las primeras dudas profesionales que está teniendo en su carrera.
Demasiados privilegios
Sobre el momento y el rendimiento del jugador han pasado muy desapercibidas unas declaraciones que Sergio González hizo en Radio Marca Valladolid en las que cuestionó el proceder del pacense. Criticando su actitud, el entrenador blanquivioleta aseguró que “no le hemos sabido conectar a nuestra forma de trabajar”. El entrenador cuestionó al jugador y lo hizo por una cuestión del día a día, hecho muy peligroso. Creyendo que a un futbolista se le debe exigir por el camino diario y que no hay nadie mejor que el entrenador para saber hasta qué punto se le puede pedir, mi duda con Pedro Porro es importante. Tengo dudas sobre él y no por las expectativas que generó, ni por el cambio de posición que aún está viviendo sino por la respuesta que tenga ante los primeros golpes profesionales de una carrera que le colocó en un lugar privilegiado demasiado pronto.