El Real Valladolid ha hecho oficial este jueves la renovación de Sergio González. El entrenador barcelonés seguirá, según su contrato, hasta el año 2022 en el Estadio José Zorrilla. Se trata de una buena noticia para el futuro del Club y una aprobación más de que en la entidad blanquivioleta hay una idea y una propuesta. Por ello, y estando más o menos de acuerdo con el estilo futbolístico del entrenador, apruebo su continuidad en Zorrilla por el bien del equipo y del proyecto existente en la actualidad vallisoletana.
¡Protejamos al entrenador!
La figura más desprotegida del mundo del fútbol es el entrenador. Siempre he pensado que, a nivel profesional, se cree que el éxito es la obligación y el fracaso, la culpabilidad. Sin contextos. Sin matices. Los análisis siempre señalan a los entrenadores en ideas negativas pero nunca en el buen momento de las temporadas. Hay ejemplos claros y recientes. Luis César Sampedro y Juan Ignacio Martínez son poco valorados en el Real Valladolid. Es más, se les ve desde la perspectiva del fracaso absoluto de sus etapas.
¿Por qué no se valora que hasta que Jaime Mata se encontró con el gallego su carrera no dejaba los datos que sí consiguió desde él? Por otro lado, y en contexto táctico y de propuesta, ¿por qué no se valoró como merecía la brillante propuesta de Juan Ignacio Martínez en la victoria ante el Fútbol Club Barcelona? Aquel día, se vio un equipo trabajado, adaptado al rival y que explotó al máximo las cualidades de un vestuario limitado en su formación y muy debilitado en la preparación de aquel duelo.
Un entrenador siempre aporta en un club. ¡Siempre! En resultados, lo prioritario, pero también, en explotación de jugadores, detección de talentos o implantación de estilos. El paso de un entrenador nunca es efímero. Todos aportan. Siempre dejan un poso en el Club que luego, en un análisis honesto, debe florecer.
En un deporte y en una actividad que no es exacta, el éxito debe premiarse y, obviamente, en el caso de Sergio González destaca. A él se le protege como se pudo y debió hacer con otros y esa protección es buena para ver al Real Valladolid como un buen club con futuro. Esto me alegra y por ello celebro la renovación.
Un crecimiento obligatorio
Con todo, o pese a todo, desde hace meses desde estas líneas expreso que el Real Valladolid tiene más potencial del que se exprime. El equipo tiene cualidades ofensivas mayores de las que muestra en los partidos. Esta opinión no quita para que dé todo el valor que tienen los éxitos y el día a día del entrenador. Intentando comprender todo, tras el empate (0-0) en Vigo me preguntaba si el equipo tiene ‘complejo de inferioridad’. El vestuario se ha creído un discurso de Sergio que, para mí, en erróneo.
No creo en lo que Sergio asegura pero me encanta que el equipo lo haga. Que el Real Valladolid crea, como hace, en lo que asegura su entrenador es un éxito casi incomparable. El Pucela tiene una identidad y la posee porque el entrenador la ha creado y porque ha convencido a equipo y entorno de que ésta es la mejor opción.
No hemos creído lo de ser ‘pobres’, lo de ser ‘malos’ y de subsistir gracias al ‘grupo’. Haberlo hecho es un éxito que muestra la fortaleza de Sergio y parte de la fuerza de este proyecto. Aunque pueda mostrar, a su vez, falta de ambición y cierto complejo de inferioridad.
La continuidad del proyecto y la estabilización de una idea social y futbolística son buenas y yo, por ello, apruebo que Sergio siga en el Real Valladolid. Le considero un buen entrenador y creo que él sabe que el equipo tiene más potencial del que promueve. Cuando se dé cuenta y promulgue que ‘pobre’ no es sinónimo de ‘malo’, el Real Valladolid crecerá y lo hará junto a Sergio porque él estará en Zorrilla. Lo hará por la protección que tiene pese a que no potencie exprimir todo lo bueno del equipo. Celebro, también, que no se le señale por ello.