La exigencia es capital dentro de una temporada deportiva. En fútbol y en todos los deportes. Los equipos deben tener ambición de mejorar sus prestaciones y el Real Valladolid y su entorno, no estuvieron al nivel en la previa al duelo de este sábado en Vitoria. Como aseguró Sergio González, el equipo se vio con los deberes hechos antes del parón y la exigencia fue mínima para este partido. La descripción de «verlas venir» del catalán fue elocuente sobre cómo actuó el equipo y cómo lo afrontó el entorno. Con el buen nivel del Pucela en los dos últimos partidos en casa, la exigencia debía subir y no quedarse en el olvido por la mochila que el equipo había tenido. Sin ambición no hay tensión y sin ella, las carencias que Kiko Olivas detectó en el Camp Nou.
Un día (muy) malo
Dicen que en el mundo del fútbol está todo inventado. Personalmente creo que no. Con nuevas normativas y detalles de la evolución del fútbol, éste es un deporte en constante mejora y crecimiento. En lo que si veo que está todo inventado es en el análisis de este deporte. Inicialmente, la dura derrota y el severo correctivo que recibió el Pucela en Vitoria tienen la lectura de un mal día. Como diría Javier Aguirre, los «días malos no se eligen». El Real Valladolid no eligió tener esa imagen en Vitoria. En caliente o en frío, el equipo no eligió verse así.
Lo que ya cambian cuando lees el partido son los detalles que llevan a esa imagen. Centrado en la salvación, el Real Valladolid deja, nuevamente, detalles y mensajes de conformismo en su actuación. Ocurrió con el penalti ante el Atlético de Madrid que lanzó Sandro Ramírez, en la derrota (5-1) en el Camp Nou y en esta ocasión. Saliéndose de la lectura del «partido a partido», el Pucela resulta muy condescendiente y débil.
En esta ocasión, la poca fuerza y credibilidad de los pucelanos llegó por una cuestión numérica. El equipo había utilizado la calculadora para saber dónde está su mínimo y el problema fue confundir obligación con exigencia. Dando por buenos las dos victorias en el Estadio José Zorrilla, el Real Valladolid se olvidó de su autoexigencia y de su ambición y el partido salió malo. Lógico y normal.