El Real Valladolid lleva 14 puntos. Con tres victorias y cinco empates en diez jornadas, los de Sergio González tienen la aprobación numérica de la temporada. Los halagos son altos para un equipo que vive a cinco puntos y a nueve puestos de la zona de descenso. Conseguidos estos números, la pregunta está en saber si el resultadismo marca el análisis sobre el juego blanquivioleta. En el subjetivo mundo de las expectativas flota la duda de saber si a este Real Valladolid se le puede pedir más de algunos resultados obtenidos y si el estilo de juego tiene la aprobación total ‘sólo’ por los resultados que el equipo defiende en la actualidad.
Fascinado por el último partido
Un análisis jamás va a ser objetivo al 100%. Hay detalles y matices que condicionan la visión que se pueda tener de una misma realidad. Por ejemplo, y en visión personal, a mí no me gustó nada la propuesta del Real Valladolid en Bilbao pero, en cambio, me fascinó la lectura y la solvencia del duelo ante la Sociedad Deportiva Éibar. Dentro de la visión realista y honesta que tengo de la exigencia que se puede hacer sobre el equipo de Sergio González, considero que en el Nuevo San Mamés ni se rozó el techo futbolístico al que puede llegar el equipo, pero ante los de José Luis Mendilibar, sí.
Ignorando cualquier análisis de mantas, el Real Valladolid puede defender bien y llegar con claridad al ataque. Es cierto que la petición no puede ser en más de ocho ocasiones, por ejemplo, pero sí en acciones concretas que tengan una buena evolución. El Real Valladolid, como demostró el pasado sábado, puede dominar su campo, porque está dentro de su modelo de juego, y, a la vez, llegar al área rival con tres opciones de remate.
Conseguir esos objetivos es para estar orgulloso de la propuesta pucelana. Si sale, el partido es un éxito. Si no sale, el enfoque no puede ser bueno, por mucho que el equipo consiga sumar un empate que siempre se obliga a leer con determinación y atendiendo a los contextos futbolísticos y temporales.
Pese a estar ya en la décima jornada y rozando el mes de noviembre, al Real Valladolid se le puede medir casi tanto por el cómo que por el qué. El equipo debe saber qué hacer siempre y se les puede mirar por qué ofrece desde el bloque. Sergio analiza constantemente a su equipo desde la fortaleza grupal pero el detalle determinante está en saber que éste es un ‘grupo’, sí, pero de Primera división. Como tal, tiene calidad para ejercer un juego determinado y crear, para después cumplir, unas expectativas futbolísticas y no sólo resultadistas.
Exigencia = Confianza
La creencia que tengo sobre este equipo es alta y haciendo mía esa frase tan manida en contexto de entrenador de que “aquel preparador que te corrige es el que confía en ti”, yo seguiré creyendo en un Real Valladolid al que se le puede y debe exigir mucho más de lo que se le pide en empates como el firmado en Bilbao. Por mucho que el empate fuera bueno por el lugar, la versión pucelana no fue buena. Futbolísticamente aquel Real Valladolid no ofreció nada de lo que sí tuvo ante el Éibar.
Creyendo que cuando uno ofrece algo es porque lo tiene, la perspectiva de crecimiento del equipo de Sergio González debe ir sobre el partido ante la Sociedad Deportiva Éibar. En el mejor encuentro de la temporada, el Real Valladolid generó credenciales en ataque desde su buena versión y consistencia defensiva. Tanto y tan bueno fue lo que ofreció el equipo que el empate hubiera sido pobre, todo lo contrario de lo sumado en Bilbao, cuando el punto fue un botín alto y el resultadismo, impropio de un equipo de este potencial.