El Real Valladolid quiere seguir creciendo en el año 2019 y, para ello, debe confirmar su apuesta por diferentes piezas y protagonistas de su actual día a día
Tras un 2018 con dos nombres propios y el gran éxito del ascenso de categoría, el Real Valladolid afronta el 2019 con la ambición de conseguir cerrar muchos de los puntos del proyecto de Ronaldo Nazário y la permanencia de la categoría. Con toda esta situación, los pucelanos han iniciado ya el 2019 con cinco objetivos que, con el paso de las semanas, se irán tornando en obligaciones que cumplir para dar trascendencia al año y así poder elogiar con resultados el trabajo hecho en el Estadio José Zorrilla.
Desde Miguel Ángel Gómez
El primer objetivo que debe tener el Real Valladolid para el inicio de 2019 es el que se puede convertir de una forma más directa en una obligación. La renovación de Miguel Ángel Gómez es una decisión prioritaria para el sustento del Club. Son ya algunas las ocasiones en las que director deportivo ha dejado caer este tema y, arrancado el año, el Pucela debe atajar esta necesaria decisión. Muchas de sus apuestas ya han prolongado su vinculación y el siguiente debe ser él pese a tener contrato hasta 2021.
Nunca había visto a un director deportivo que resuma tanto el sentir del Real Valladolid ni que sea tanto el motor del Club. En contexto social, deportivo o técnico, Gómez es la base de un proyecto que debe tener la expectativa de crear un entrenador de Club. Con el regreso de Javier Torres Gómez al Club y con la permanencia de Alberto Marcos y Víctor Fernández, la entidad da peso a la historia. Con todo, el Pucela debe tener en sus filas un proyecto de entrenador ‘propio’. De igual forma que la base sirve para los jugadores, ahora lo debe hacer para un entrenador. Ese vacío existe en el Real Valladolid desde hace años y, creando un nuevo Club, el objetivo de esa variante será determinante y Álvaro Rubio lo agradecerá.
El riojano puede ser ese nombre para seguir creciendo en el ámbito de los banquillos. Una permanencia en la élite, por su parte otorgaría al Real Valladolid la posibilidad de marcarse el difícil reto de reducir su margen de error. La incertidumbre de saber en qué categoría se va a competir propicia decisiones que, con el tiempo, carecen de sentido. A largo plazo, el objetivo del Real Valladolid es fallar lo menos posible en decisiones deportivas.
El dibujo como base
El Real Valladolid se divide en el ámbito institucional y deportivo. A las medidas de las oficinas se deben cerrar otros objetivos y obligaciones en el contexto puramente del juego. Sergio ya se ha definido por un esquema. Jugando con dos delanteros, el Pucela quiere marcar una tendencia. Buscando asentar esa formación e intentando hacerla suya, el Pucela ganaría tiempo para una buena estructuración.
El mercado de fichajes estaría definido y señalaría a jugadores con un perfil idóneo para el Club. Crear una identidad es un objetivo para el Real Valladolid. En los resultados y en la creencia que estos provoquen estará el paso a obligación de un Club que debe seguir girando en una unión como la actual con su afición.
Pese a que éste sea el mayor tópico del fútbol, el Real Valladolid empujó hacia el ascenso en el mes de junio por el ímpetu y unión de su afición. Esa comunión entre ambos fue determinante y marcada por el juego y los resultados. Arrancando el 2019, no existe el objetivo para este contexto. Para ello no existen tiempos ni evoluciones. Sólo inmediatez. La obligación de seguir creyendo es inamovible para cualquier equipo y, por supuesto, para cualquier versión del conjunto blanquivioleta.