El partido del Real Valladolid en el Estadio Santiago Bernabéu fue brillante. El equipo dominó el juego en muchas fases del partido pero careció de contundencia y efectividad. Así, perdió (2-0) en los últimos minutos del partido. Tras el duelo, Sergio se mostró exigente con las mejoras que necesita su equipo. Debían haber aprovechado alguna de las ocasiones creadas. No lo hicieron y lo pagaron. Sus palabras en la sala de prensa blanca se vieron como un plus de exigencia al equipo. Una semana después, tras empatar (0-0) ante la Sociedad Deportiva Éibar, el entrenador catalán mostró su versión y su discurso más crítico desde su llegada al Estadio José Zorrilla. En un discreto pero evidente enfado, el preparador pucelano llamó la atención de sus jugadores como nunca antes lo había hecho.
Sin levantar la voz
En las últimas semanas han sido muchas las ocasiones en las que se le ha preguntado a Sergio González cuál es la clave del éxito. El técnico catalán siempre ha señalado la “naturalidad” como la llave que le ha guiado para llevar al Real Valladolid a Primera y, ahora, a estar entre los diez mejor clasificados de la competición. Todo ello no quita para la exigencia del entrenador catalán e, incluso, para su enfado tras el último partido. Que éste no se expusiera de una forma vehemente o polémica no quita para que se viera con un estilo rotundo y directo. Así se conoció el evidente aviso de Sergio a su vestuario.
Las últimas comparecencias del entrenador barcelonés han tenido toques exigentes. En el Estadio Santiago Bernabéu habló de la falta de acierto y contundencia como el detonante de la derrota pucelana. Pese a los elogios que escuchaba en la sala de prensa madrileña, el míster estaba molesto por no haber ganado. El esfuerzo, las ocasiones y la superioridad pucelana no llevaron a la victoria por un detalle que, inicialmente, es entrenable. Mejorar la “puntería” es una exigencia del equipo y del cuerpo técnico. El Real Valladolid no la tuvo pero consiguió mostrar un camino que, en otras ocasiones, si sería válido para llevarse la victoria. En otros duelos, ese juego ofrecería otras alternativas. Ante el Real Madrid, no, y ahí estaba la molestia de Sergio. Se había perdido una oportunidad y se le veía exigente pero, una semana después, se le vio enfadado.
Interpretar, sí; negar, no
El partido del Real Valladolid ante la Sociedad Deportiva Éibar no le gustó nada al entrenador pucelano. El juego, a merced siempre del rival, las pocas ocasiones generadas, el poco dominio del balón y, ante todo, la ‘actitud’ de determinados jugadores enfadó al entrenador. Éste lo señaló. Lo hizo de forma clara para que el mensaje llegase a todos los puntos del mundo blanquivioleta.
Sin levantar la voz y de una forma muy discreta, al menos de cara al exterior, Sergio mostró su enfado. No perdió los papeles pero señaló, de una forma directa y concreta, la raíz de un problema que puede llegar a ser grave en este equipo. Cualquier proyecto pierde la fiabilidad al desconocer su punto de partida y su realidad. El vestuario del Real Valladolid pudo hacerlo ante el equipo armero o, al menos, así se entiende tras el discreto pero evidente enfado de Sergio en la sala de prensa del Estadio José Zorrilla. El míster vio a su equipo unos centímetros por encima del suelo y alejado unos metros de su realidad. Quiso frenar esa euforia y posible soberbia con un importante aviso a navegantes con un mensaje claro y rotundo que todos pueden interpretar pero que nadie puede negar. El Pucela pudo perder de vista su realidad y el entrenador estuvo rápido para recordarla. Sin ella no hay futuro.