Real Valladolid 0 – 1 Deportivo Alavés | Dura derrota del equipo de Sergio
Entre el enfado y la resignación analizaba Sergio González la dura derrota ante el Deportivo Alavés. Había que leer detrás de ese discurso positivo y optimista del entrenador catalán. El míster estaba contento por cómo se había dado el encuentro pero se mostraba muy enfadado por la jugada final. El esfuerzo pucelano quedaba anulado por una acción evitable en contexto defensivo. Ya no es cuestión de la categoría sino de la falta de comprensión del juego y de exceso de celo ofensivo. La demostración de la ansiedad por el gol del Real Valladolid quedó patente en una situación mal defendida en el peor momento del partido pero que, a su vez, deja una interesante invitación para los pucelanos y su entorno. Saber gestionar esta derrota demostrará la madurez de un proyecto que hasta el gol de Ibai Gómez era idílico.

Ejercicio de madurez
Es cierto que a estas alturas de la temporada las sensaciones son vitales y, hasta este domingo, el Real Valladolid las había tenido. Pese a no marcar, el hecho de haber perdido sólo, y por la mínima (0-1), ante el Fútbol Club Barcelona hacía de este Pucela un equipo ilusionante. Se creía en este equipo, aunque con matices y visto lo acontecido tras la derrota ante el Deportivo Alavés, qué matices.
La situación tras esta derrota ante un rival similar al pucelano debe mostrar cuáles eran esas grandes sensaciones con el Real Valladolid y hasta qué punto se permite un fallo como éste a un grupo aún en formación de un equipo recién ascendido. Perder ante un equipo como el culé en casa se perdona, hacerlo ante el Deportivo Alavés, no. La lectura va a cambiar y se va a pasar de las grandes sensaciones al miedo. En cómo responda el equipo, el Club pero, sobre todo, el entorno estará el futuro a corto plazo del equipo. La exigencia nunca debe transformarse en obsesión o angustia y en saber digerir esta derrota está ese futuro.
Pequeños peligros
Estos dos conceptos pueden llegar al vestuario del Real Valladolid. Es lógico y natural. El miedo por comenzarse a ver en la zona baja de la clasificación puede apretar a un equipo que se movió en este partido al borde de la navaja, un aspecto que, actualmente, no le viene bien. Aún no está hecho para él. La acción del gol encajado es la mejor definición del problema que puede tener el Real Valladolid y que, en esta ocasión, le salió caro.
Creciendo mínimamente en el bagaje ofensivo, como aseguró Sergio González en la previa, el Real Valladolid parecía aseado pero el resultado mata todas esas posibles ilusiones. Un resultado así, con un error como el que lo provocó, debilita muchas de esas ilusiones que había sobre el Pucela. La realidad se ha tornado en cruda y el Pucela tiene cierto peligro por un posible exceso de celo ofensivo.
De igual forma que a un equipo que acumula varias temporadas en Primera le sabe a poco marcarse como objetivo la salvación, al Real Valladolid le pudo saber a poco otro empate a cero. Los jugadores necesitaban una victoria y un gol y la afición empujaba para ello. La ilusión por llegar era tal que se perdió el equilibrio. Así, el fútbol, tan injusto en muchas ocasiones, demostró que en este deporte no todo lo que se sume vale para ganar pero que, por el contrario, todo lo que no sume si vale para perder.
Con todo, un partido aseado del Real Valladolid no suma por una mala lectura global del equipo. Un exceso de celo y, posiblemente, una ambición desmedida cuestan un punto y obligan, ahora, a una lectura y a una actitud maduras. En esa respuesta está el éxito al aprendizaje que debe hacer el equipo de que, independientemente de la categoría, nunca se puede perder en el añadido lo que no se ha ganado en el partido.