Tras la impecable gestión y liderazgo de la temporada pasada, Sergio González se está mostrando ya como el entrenador que necesita el Real Valladolid este año
Siempre pensé que el Real Valladolid de la temporada pasada poco o nada tenía que ver con la idea que Sergio González y Diego Ribera tienen del fútbol. En sus primeros meses en el Estadio José Zorrilla, ambos se adaptaron a la realidad de una plantilla ya cerrada. Adaptación, gestión y liderazgo con pequeños, pero determinantes, toques tácticos. Todo ello valió para dar una importante vuelta de tuerca al equipo y conseguir un ascenso que parecía inimaginable hasta su llegada. Aquel éxito es muy diferente al actual. La personalidad, el empaque, la fortaleza y la consistencia del Real Valladolid en estas primeras tres jornadas en la élite son, sin duda, el mayor éxito firmado por el entrenador barcelonés desde su llegada a Valladolid.
Gestión y liderazgo
Sergio González ya tiene un hueco en la historia del Real Valladolid. El barcelonés consiguió la temporada pasada un éxito incomparable. El ascenso firmado tras llegar dos meses antes del cierre de la liga regular le encumbró a él, y a Diego Ribera, en el seno blanquivioleta. Todo en una situación en la que ellos no eran ‘ellos’. El Pucela, entonces, era más una tarea de gestión que futbolística. Con liderazgo, los entrenadores supieron sacar rendimiento a una plantilla que pedía un cambio como el que Miguel Ángel Gómez dio.
Pasar de Luis César Sampedro, y sus métodos, a Sergio González y Diego Ribera fue determinante. Era lo que el vestuario blanquivioleta necesitaba. Con una nueva metodología el Pucela supo llegar al éxito del ascenso. El Real Valladolid mostró su mejor versión y una impecable adaptación a la circunstancias. Todos se aclimataron a la realidad que le tocaba vivir y, por ello, durante este verano el Pucela y todos sus integrantes tuvieron que asumir una evolución, una elevada exigencia.
La figura de Sergio era la más señalada en este cambio. Del liderazgo y la gestión, el Real Valladolid ha pasado a necesitar una construcción, una identidad y un modelo de juego. El entrenador barcelonés ha tenido que cambiar el chip para ser un entrenador y no un gestor y, en ese cambio, ha ganado. Si bien en el empate (0-0) en Montilivi se vio un Pucela seguro, en la derrota (0-1) ante el Fútbol Club Barcelona se apreció un Real Valladolid trabajado, ordenado, con variantes y dirigido desde el banquillo. El plus de la segunda parte ante los culés tuvo la innegable firma del cuerpo técnico, aquél que supo dar un giro a la propuesta de juego adaptándose a lo que pedía el partido y el rival.
Constante evolución
Esta evolución es brillante y llega para confirmar lo que viene a ser Sergio. Ahora, se está comenzando a ver qué tipo de fútbol quiere el cuerpo técnico blanquivioleta. Su adaptación es importante pero no sólo a las exigencias de su situación sino, también, a las peticiones de la categoría. Estas no van a parar y el Real Valladolid tendrá que pulir y adaptarse a la realidad del juego durante toda la temporada. El crecimiento será constante y éste deberá tener, día tras día, la firma de Sergio.
El barcelonés deberá seguir visualizando las exigencias del equipo para continuar amasando su mayor éxito desde que llegó a Valladolid. Esa adaptación a crear un modelo de juego y un estilo, por encima de la gestión y el liderazgo, cuando la temporada pasada fue al revés, habla a las claras de las posibilidades de éxito de un equipo que, sabiendo encontrar un estilo y perfeccionándolo, conseguirá su objetivo desde el liderazgo táctico y técnico de un cuerpo técnico caído del cielo en un momento determinante.