A falta de ocho jornadas para el final, Luis César Sampedro ya no es el entrenador del Real Valladolid. El gallego ha sido destituido tras la derrota (1-0) en el Nou Estadi de Tarragona. Este final llega, muy posiblemente, tarde y confirma el miedo que ha tenido de la dirección deportiva a asumir la responsabilidad total de la planificación del equipo. En las últimas semanas, el entrenador era el parapeto perfecto para un Miguel Ángel Gómez exento de crítica desde su llegada a Valladolid. De los reproches a Sampedro se ha pasado, directamente, a los de Carlos Suárez. Nadie se ha centrado en el sector del Club que confeccionó el equipo, lo retocó y que ha programado una plantilla desnivelada, desorganizada e inocente.
Responsabilidades
Salvo en el caso de un jugador, en el mundo del fútbol prima más la experiencia que la calidad o el buen hacer. Se valora, y mucho, el currículum; lo tangible. A su vez, el fútbol obliga a equivocarse. Son muchas las decisiones que se deben tomar y no siempre se puede acertar. Ni en un alto porcentaje se hará. Con todo ello, y en esta ocasión, es importante señalar que la gestión del Club y de Miguel Ángel Gómez sobre la destitución de Sampedro ha sido horrible y lo ha sido, posiblemente, por culpa de la inexperiencia en el cargo del andaluz. La falta de experiencia la he ha hecho fallar en la decisión más importante desde que llegó a Valladolid.
Luis César ha fracasado en el Estadio José Zorrilla y, por consiguiente, también lo han hecho aquellos que lo firmaron en verano y, ante todo, los que no supieron destituirle cuando peor estaba la situación y cuando sí se suponía que había margen para el cambio y la evolución de esa permuta. Obviamente, el primer señalado en este aspecto debe ser Miguel Ángel Gómez, director deportivo del Real Valladolid desde este pasado verano.
Entendiendo que sólo el tiempo sabrá si la salida de Luis César puede solucionar los problemas de este equipo, lo que muy queda claro es que el único responsable ya no es el entrenador y es ahí donde entra el puesto de Gómez. Ahora ya no será al entrenador al que se le pueda responsabilizar de todas las decisiones. Ya no es el gallego el único señalado por la rápida entrada por Chris Ramos y su actual desaparición, de la salida de jugadores como Álex Pérez y Alberto Guitián o de la mala gestión de la línea defensiva.
Una apuesta por la plantilla
Como ya he defendido en alguna ocasión, la permanencia de un entrenador en el banquillo suele cubrir las espaldas de un director deportivo, un puesto muy difícil de evaluar. El resultado de ese preparador cubre y potencia el trabajo del máximo responsable deportivo del Club. Un único inquilino en el banquillo no daña la imagen de un director deportivo pero tampoco la respalda siempre. Por ello es importante saber cuándo hay que romper con la situación y asumir la responsabilidad que un puesto como el de Miguel Ángel Gómez obliga.
Luis César estaba “sentenciado” hace semanas pero nadie se había atrevido a destituirle. Sin él, las miradas van a los despachos y estos dejan de estar cubiertos por la única culpabilidad del entrenador. La responsabilidad se divide con el agravante de que el entrenador ya no está. Una destitución mira a los jugadores y a su rendimiento más inmediato y, posteriormente, a su calidad. En ese punto se mira y señala ya el creador de la plantilla.
Un director deportivo nunca va a dudar de su trabajo. Es subjetivo. Cuando peor está la situación y, sobre todo, cuando pierde la confianza en el entrenador en el que él ha creído, premia la confianza sobre la plantilla que él ha diseñado. Puede, incluso, instar a la entrada de ciertos jugadores y apuestas y esperar a que la situación dé un cambio por la respuesta de esos jugadores, sus apuestas por encima del entrenador.
Considero que éste ha sido el punto de Gómez en las últimas semanas. Confió en lo que él tenía y apostó por los jugadores por encima del entrenador. Creía que ellos podrían con la situación y solventarían la pérdida de confianza sobre Sampedro. Sin llegar ese cambio, se ha terminado apostando por la destitución. Una ejecución tardía de una decisión meditada, tomada y asumida hace semanas. Con la natural confianza sobre su plantilla, Gómez eludió parte de la responsabilidad de su cargo, aquélla que asume cuando parece que el equipo ha cerrado ya su temporada tras perder en Tarragona.