No hay duda. Luis César Sampedro se la juega ante el Rayo Vallecano este domingo, aunque la decisión parezca estar ya tomada. No ganar significará su destitución. Analizando, en frío, la posible salida del entrenador gallego, uno de los grandes señalados es Miguel Ángel Gómez, director deportivo blanquivioleta. Se trata de su primera gran decisión desde que llegó al Estadio José Zorrilla. Prescindir de aquel entrenador en el que se depositó toda la responsabilidad técnica en verano es una medida siempre arriesgada. El Real Valladolid sigue soñando con el ascenso y continúa mirando al play-off con la obligación de llegar hasta él. Dar un giro será determinante. Encontrar el sentido y la estabilidad a este movimiento, más aún.
La salida de Luis César Sampedro, por difícil que parezca de entender para algunos sectores vallisoletanos, no es la solución de todos los problemas del Real Valladolid. Ni mucho menos. Es cierto que el equipo no tiene buenos números, que carece de esa evolución en aspectos defensivos que te lleva a soñar con el play-off y, con todo ello, obviamente, las sensaciones globales son malas. Pese a todo, cambiar de entrenador no asegura revertir la dinámica. Puede que el equipo vaya a peor y que el remedio sea peor que la enfermedad.
Prescindir de un entrenador es el camino más fácil y, a su vez, el más demandado por el entorno del equipo. «El entrenador es el culpable de todo lo malo». El fútbol está concebido para tener esta conciencia. Cuando los resultados llegan es porque el entrenador está a la altura y porque está haciendo lo que debe hacer. Si, por el contrario, los números no son los esperados, el único responsable es él. De lo bueno, el responsable es el equipo y los jugadores. De lo malo, siempre son los entrenadores.
La lectura cambia cuando se produce una destitución. En ese momento la responsabilidad ya recae en los jugadores y en aquel que los ha fichado, y más en las fechas en las que estamos ahora. Un cambio de entrenador aumentaría la presión sobre los jugadores y potenciaría la crispación sobre el vestuario y las oficinas. Si un entrenador no saca rendimiento a un equipo, el culpable es él pero si no lo hace dos, la mirada ya es otra. La confección de la plantilla pasa a ser el punto capital de los análisis. El problema ya no es técnico; es deportivo.
Decidir no es opinar
Con este horizonte, Miguel Ángel Gómez está viviendo las horas más duras de su carrera. Al menos, las más exigentes. Antes, en el Sevilla FC, opinaba sobre las decisiones que debía tomar el club hispalense. Después serían otros los que decidían. Él opinó sobre el destitución de Marcelino García o de Míchel González, por ejemplo, pero el último paso lo dieron otros. Ahora, la decisión es suya, con todo lo que ello conlleva.
Así, Luis César Sampedro se la juega ante el Rayo Vallecano pero Miguel Ángel Gómez no se queda atrás. En las próximas horas deberá decidir si quiere ser el máximo responsable del rendimiento de la plantilla que él ha confeccionado y de la que entiende que Luis César no está sacando el partido que otro sí podría hacer.