Recuerdo que para cerrar las tertulias de Radio Marca Valladolid en el 2017, la pregunta final era socorrida y obligatoria. ¿Qué nota le pones al Pucela en 2017? Es difícil evaluar dos medias temporadas a la vez pero ambas parecen estar cortadas por el mismo patrón. Un intento poco productivo por llegar al play-off de ascenso. Ni Paco Herrera, primero, ni Luis César Sampedro, ahora, lo han conseguido. El Real Valladolid cerró la temporada 2016/2017 en el séptimo puesto y, ahora, los blanquivioleta están a cinco puntos de la promoción.
Resumiendo estos últimos 12 meses para ElDesmarque Valladolid me gustó definir el 2017 como “el año de la resignación”. En él, el Pucela se ha tenido que conformar con lo que ha vivido. Es insuficiente para los objetivos y la ambición y, posiblemente, impropio para la historia, pero el actual Real Valladolid es así. En 2017, en 2016 y en 2015. El equipo pucelano es un conjunto de Segunda división en toda su extensión. Durante los últimos meses se ha dejado de tener en el entorno esa sensación de ser “un equipo de Primera e historia en Segunda” a ser un “equipo de plata». Es realista pero, a la vez, triste.
Alivios para mantener la esperanza
Ese doloroso sentimiento ha llegado al Real Valladolid porque 2017 así lo ha marcado. Dividiendo las ilusiones y grandes tardes, por un lado, y las tristezas y grandes derrotas del año, por otro, para ElDesmarque Valladolid me he dado cuenta que sólo ha existido parte negativa. El Pucela decepcionó la pasada temporada y lo ha hecho en ésta. El resto, son apenas pequeños alivios para mantener viva la esperanza.
¿Cuántos partidos ha firmado el Pucela en 2017 que hayan servido al aficionado para sacar pecho? Honestamente, dos. Sinceramente, la victoria (1-0) ante el Getafe CF en mayo y la goleada (0-4) a la Cultural y Deportiva Leonesa en Copa del Rey han sido las excepciones de un año marcado por los mazazos. Es inolvidable y, posiblemente, una herida aún abierta, la goleada recibida en el Estadio Sánchez Pizjuán. “El mayor ridículo blanquivioleta jamás conocido” es un titular que habla por sí mismo.
Fue el punto cumbre. El mayor fondo que se recuerda al Pucela no sólo en el año sino en la historia reciente, pero no el único. La decepción de la derrota (2-0) en Reus, que cerró el sueño del play-off, o el empate (2-2) en Miranda de Ebro, que señaló a más de uno, tienen un puesto privilegiado en el recuerdo del último año. Las pesadillas son comunes e innegociables. Las alegrías, cuestionables y debatibles. Esta diferenciación entre ambas marca la calidad del año que se cierra. Un querer y no poder definido por las muchas decepciones sufridas y los varios alivios reconocidos. Aquellos consuelos para evitar que los sonrojos fueran más y más grandes no disiparon ninguna pena. Las señalaron más.