Después de perder ningún argumento vale. Da igual todo. Prima el resultado y, en esta ocasión, el análisis del Real Valladolid es malo. Los de Luis César Sampedro caían (2-1) ante el Albacete Balompié y lo hacían con mérito. El conjunto blanquivioleta no conseguía adecuarse al partido después de que la propuesta del entrenador fuera, sobre el papel y en el inicio, muy inteligente. La idea, el boceto y la propuesta invitaban a pensar que el conjunto blanquivioleta se adaptaba a determinados aspectos de su juego que, en su momento, ejecutó bien y a los principales rasgos del rival. La teoría (y lo supuesto) fue una; la práctica (y lo intangible) bien distinta y, obviamente, manda el resultado. Por lo tanto, Sampedro se equivocó aunque la idea era buena.
Variantes en una base
Al conocer el once titular del Real Valladolid en Albacete, saltaba la sorpresa. Al ver tantos cambios en el once titular estaba claro que Luis César buscaba algo. Era un partido determinante. Uno de esos en los que debían jugar ‘los mejores”. Parecía que no era el momento de romper con nadie ni castigar a ningún jugador. No llegaba a ser una final pero sí un encuentro determinante. ¿Por qué entonces ese once titular, ese sistema mínimamente novedoso, la salida, por ejemplo, de Toni Villa y la apuesta de Javi Moyano en el lateral zurdo?
Partiendo de la base de que cualquier planteamiento es bueno porque creo en la honestidad y en la ambición de cada entrenador, sigo pensando que la idea de Sampedro era buena. Obviamente está mal ejecutada, muy mal, pero un aspecto no quita al otro. Ni mucho menos.
Ante un rival con un sistema muy definido y con los problemas defensivos del Pucela, partía de la idea de que la entrada de Javi Moyano era una maniobra ‘defensiva’ del Pucela. Con el jienense en el carril zurdo su tendencia empujaría al equipo hacía la espalda de Antoñito Regal. Con el movimiento interior de Moyano, el Pucela solventaría parte de la igualdad numérica que Roman Zozulia y Fabián Espíndola generarían con Fernando Calero y Deivid Rodríguez. Entendía que Sampedro quería generar cierta superioridad defensiva.
Por otra parte, y en la misma línea, entendía que se reforzaba al centro del campo con tres jugadores para cubrir dos aspectos fundamentales del equipo rival. Que Borja Fernández y Luismi Sánchez sustituyeran a Antonio Cotán y Alberto Guitián generaba más centímetros y kilos en la zona central. Eran dos cambios lógicos. Buscando, inicialmente, tapar a Néstor Susaeta, el jugador más determinante del rival, la entrada de ambos favorecía a que el equipo pudiera ganar el juego aéreo que imponía la doble presencia ofensiva del rival y el juego directo de los de Enrique Martín.
Desastrosa ejecución
La idea era una y, por ahora, me sigue pareciendo correcta. La ejecución fue otra. Javi Moyano no ejerció un trabajo defensivo. Intentó los mismos movimientos que Ángel García o Nacho Martínez en el lateral pero sin el golpeo zurdo. Su participación no mejoró el rendimiento de la zona en semanas atrás. Ni ofensiva ni defensivamente. Podía dar algo diferente y no lo buscó. Propuso lo mismo. Igual que en el centro del campo.
Pasados 58 minutos, momento en el que se cambió el sistema, nadie sabía qué centrocampista intentaba ayudar a los centrales ante el juego directo. Roman Zozulia y su acompañante ganaron todos los balones divididos y todas las jugadas directas. Nadie ayudo y, en la práctica, nadie se adaptó al rival. Todo ello, sumado al mal momento pucelano dio lugar al más duro final, un nuevo ridículo.