Tras 17 partidos oficiales de la nueva temporada queda claro que el Real Valladolid sabe qué quiere pero en las últimas semanas se cuestiona si ese gusto y estilo es el que necesitan muchos de los jugadores pucelanos. Las limitaciones que muestra el equipo van mucho más allá de los jugadores. El debate entre Ángel García y Nacho Martínez demuestra que los pucelanos no son problemas de nombres sino de estilo. Esos dos futbolistas parecen no entender qué quiere el entrenador o, quizás, es que no son los laterales que, de verdad, necesita este equipo. El del carril del ‘3’ es un ejemplo. El más destacado pero no el único. El Real Valladolid puede empezar a asumir o valorar que no acertó en el perfil de determinados jugadores, siempre y cuando Luis César Sampedro tuviera tan claro como parecer a qué quería jugar.
Dudas de estilo
Era el mes de junio del año 2013 y en los días previos a que Juan Ignacio Martínez se convirtiera en el nuevo entrenador del Real Valladolid, investigué a mi manera quién iba a ser el entrenador blanquivioleta. Encontré una exposición del alicantino en la que narraba qué es la ‘periodización táctica’. Es decir, aquélla idea que te lleva a entender que no se puede entrenar igual al comienzo de temporada que, por ejemplo, al final. No se puede trabajar ni lo mismo ni de igual forma en septiembre/octubre que en marzo/abril. Son dos etapas diferentes. En una se crea el estilo y en otra se detalla. La base se debe crear, obviamente, en la fase inicial y, después, de debe puntualizar sobre los errores y/o evoluciones del equipo.
Volviendo a la realidad pucelana, éste es el punto en el que puede estar el Real Valladolid. Entendiendo, porque así lo creo, que los fichajes del pasado verano fueron meditados y consensuados, me niego a entender que la dirección deportiva firmara jugadores que no se aclimataban a lo que quería Luis César Sampedro. El entrenador gallego del Real Valladolid tenía muy claro qué quería. Fue él el que aprobó la salida de Alex Pérez, por ejemplo, el que corroboró la continuidad de Ángel García o el que dio el visto bueno a fichajes como Kiko Olivas, Antoñito Regal o Deivid Rodríguez.
Todos son ejemplos defensivos porque, además, de creer que es el problema del actual Real Valladolid, el fútbol está confeccionado en su análisis para cargar más las culpas sobre los jugadores defensivos. Sus fallos son más llamativos y obligan a una lectura más directa. Así, el análisis del actual Pucela marca que el equipo aún no está hecho. Sigo pensando, por mucho que enfade a Luis César, que al Real Valladolid le han pillado el punto. Ya se sabe cómo atacar y hacer frente al Real Valladolid porque el equipo no evoluciona. No corrige errores.
La estabilización del juego del equipo aún no ha llegado. Los pucelanos siguen mostrando debilidades de estilo que señalan a los jugadores. Ángel comete los mismos errores que Nacho Martínez y Deivid que Alberto Guitián. No es casualidad, ni mucho menos. Salvo Javi Moyano, todos los defensas del Real Valladolid han tenido oportunidades ligueras y ninguno se ha hecho fijo por sus merecimientos.
Una dura realidad
Descartando, por el momento, una mala planificación y decisión del Real Valladolid el pasado verano, la sensación real que ofrece el Real Valladolid es que no asume su realidad, su momento y sus errores. La situación blanquivioleta no es mala, pero tampoco buena. Está en tierra de nadie porque no ha evolucionado como debería. No ha detallado ni perfeccionado su estilo de juego. El Pucela sigue siendo el mismo. No atiende a los mensajes que le han mandado la competición y los rivales en estos casi tres meses.
Si hace unos años Rubi era señalado por aclimatar al equipo demasiado al rival, en la actualidad el Pucela es todo lo contrario. Luis César Sampedro confía plenamente en su idea y parece más centrado en que la competición se aclimate a su Pucela a que sea su equipo el que evolucione sobre los errores mostrados y los puntos perdidos. Queda mucho, está claro, pero este Real Valladolid ya sabe dónde están muchos de sus problemas. Solucionándolos demostrará que la planificación no es mala porque, sobre la base y por el momento, no la es y, de paso, sumará todos aquellos puntos que se han perdido sobre el camino.