El mejor momento del Real Valladolid esta temporada se produjo, seguramente, tras la victoria (4-1) ante el Córdoba CF. Era la séptima jornada y los de Luis César Sampedro estaban en segundo puesto, a uno del liderato y con seis victorias en los últimos ocho partidos. El momento parecía dulce pero el equipo pucelano dejaba detalles en el aire. El Pucela, en plena formación a finales de septiembre, mostraba problemas a los que debía dar solución. El equipo no estaba lo compactado que debía. Pese a tener una gran identidad de juego, existían detalles que no dejaban hablar de un estilo cerrado. Había que esperar a una evolución que, un mes después, no ha llegado. Ni mucho menos No es que no se haya producido sino que todo aquello que se debía mejorar se ha apoderado del estilo. A Luis César le crecen uso problemas de gran calado.
De errores a problemas
Era la previa de la segunda jornada liguera y el Real Valladolid parecía no necesitar más información. Los jugadores pucelanos ya sabían qué quería el entrenador de ellos y sólo necesitaban detallar ese estilo de juego. Para conseguir esos detalles había que perfeccionar los errores. Bajo ese patrón se producía la comparecencia de Luis César Sampedro el pasado 24 de agosto. El míster pucelano afirmaba que “hemos dedicado la semana a detectar los errores que cometimos ante el Barcelona B y a corregirlos”.
A nivel de resultados se consiguieron. Se borraron esos “errores graves” que se cometieron en la derrota (1-2) ante el Fútbol Club Barcelona B pero poco más. Pese a las buenas sensaciones del equipo en el mes de septiembre y fases del mes de octubre, las últimas semanas han sido desastrosas. Lo han sido porque, inicialmente, el equipo demostraba que no evolucionaba. Los partidos, sin excepción, carecían del dominio pucelano. Ni en la victoria (4-0) ante la Agrupación Deportiva Alcorcón, los de Sampedro dejaban la sensación de controlar el partido. A nivel ofensivo sí pero a nivel de juego, no.
Desde la victoria (2-1) ante el Granada CF, los pucelanos no han mostrado seguridad, oficio y control. Han vivido de detalles puntuales de su juego. De la misma forma que en aquella época los partidos se dejaban llevar por un aspecto positivo, en la actualidad caen por los negativos. Los detalles no sonríen al equipo blanquivioleta porque esos errores iniciales, y que señalaba el propio entrenador en las primeras semanas de competición, son, ahora, el mayor problema del bando vallisoletano, aquél que ejemplifica los últimos resultados.
Una evolución negativa
La evolución no ha sido la esperada. La mejora no ha llegado y el equipo vive un momento delicado. Con cuatro semanas sin ganar, la sonrojante derrota (0-3) ante el Gimnástic de Tarragona y con tres duelos de altura en el horizonte más cercano, Luis César Sampedro está ante un momento determinante de la temporada. El gallego tiene que hacer frente a la primera gran gestión de equipo.
Decía el mismo entrenador tras esa última derrota que “hay que revisar todo lo acontecido y revisarnos todos”, y es cierto. Sin tener que llegar a cuestionarse toda la identidad del Real Valladolid sí que es importante ver todo lo que hace mal el equipo. Analizarlo sin tapujos y entender que el sistema y el estilo están siendo devorados por los problemas. Dificultades de juego que no solucionan ningún jugador. Pese a que el equipo haya gastado muchas de sus opciones y variantes, ya ha quedado claro que los problemas son de base, no de nombres.
El Real Valladolid deja la idea de que no saber defender. Más allá de los constantes problemas en las transiciones defensivas, el equipo deja movimientos muy negativos en conceptos defensivos. Antes, incluso, de los cambios, el equipo tiende a partirse en el terreno de juego. Esa liberación de tareas defensivas de la que hablaba Jaime Mata hace unas semanas está comenzando a ser un problema. La idea se propaga en las zonas más ofensivas y el equipo no muerde con fuerza la salida de balón rival. Perdiendo, incluso, la idea de una fuerte presión tras pérdida, con falta incluida, el equipo se rompe y, mientras ataca con muchos efectivos, defiende con muy pocos. De intentar atacar con superioridad, a defender en clara inferioridad. Intención contra realidad.
Convirtiéndose en un equipo muy previsible en todos los aspectos ofensivos y defensivos, Luis César Sampedro vive una semana determinante. El del Sporting de Gijón es un duelo vital, no para su futuro, ni mucho menos, ni para las ilusiones del equipo, pero sí para evitar que los problemas de juego del equipo vayan a más. Ahora mismo se están apoderando del equipo. No lo devoran, de momento, y éste debe ser uno de los objetivos del entrenador gallego en las próximas semanas. Frenar la sangría de detalles negativos de juego que dejaba la identidad pucelana y que, ahora, son problemas que cuestan puntos e ilusiones.