Pasadas casi 48 horas desde el final del empate (2-2) ante el Club Deportivo Lugo, el Real Valladolid debe hacer un importante análisis del duelo. El cuerpo técnico ya lo habrá hecho pero el entorno blanquivioleta debe analizar por qué el equipo ni supo ni pudo ganar el partido ante el equipo de Francisco Rodríguez. Los vallisoletanos generaron mucho, casi como en ningún otro partido, pero no supieron dominar el duelo ni desarbolar a un rival ordenado y equilibrado que supo sacar jugo a todas las opciones que generó. Analizando el duelo en frío, la sensación es de que el equipo vallisoletano vio cómo se iba el duelo hacía el camino en el que le podía hacer daño y no creaba los detalles sobre los que él puede dominar un partido. Las carencias salieron a flote y las virtudes no las taparon. Con ello, un empate para una complicada reflexión defensiva.
¿Qué es dominar?
Una de las mejores reflexiones que existen para resumir lo que es el fútbol es que “no todo lo bueno suma para ganar un partido pero, por el contrario, todo lo negativo sí suma para perderlo”. Es decir, hacer un buen trabajo no garantiza ganar. Hacerlo mal, sí lo hace para perder. Así se puede resumir parte del duelo del Real Valladolid este domingo ante el Club Deportivo Lugo. Los de Luis César Sampedro pusieron todo de su parte para ganar. Se emplearon a fondo en el campo contrario y generaron grandes ocasiones. No fue suficiente para ganar y, por el ritmo del duelo, más cerca estuvo, incluso, de perderse el duelo que de ganarlo.
La derrota estuvo sobrevolando en Estadio José Zorrilla porque, a grandes rasgos, el Real Valladolid se topó con un equipo opuesto a él. El estilo que peor le viene y al que el juego blanquivioleta no se hace dominador. Actualmente, el equipo vallisoletano tiene ese gran problema de no dominar bien los partidos. Es cierto que los protagoniza en campo contrario pero no en el propio. Su ambición ofensiva y su ilusión goleadora se terminan convirtiendo en su peor enemigo.
Cuando un equipo está tan abierto como este Real Valladolid a la hora de crear, el juego debe generar momentos de seguridad desde el pase. Tramos intrascendentes del juego con el balón que generen dudas y nervios en el rival. Incertidumbre que les obligue a cometer fallos. Este equipo, con dos defensas centrales tan marcados para la salida de balón y no tanto para defender, el centrocampista defensivo, aquél que se llega a colocar como tercer central en muchas circunstancias del juego, debe dar equilibrio y no puede generar pérdidas. Ese riesgo para crear y elaborar lo pueden asumir otros jugadores. Futbolistas más avanzados en el terreno de juego. Ese centrocampista debe adoptar casi un rol de “pasabolas”.
El Real Valladolid debe acumular pases en esa construcción. No debe arriesgar tanto. Es cierto que es parte del estilo de este equipo pero, también, uno de sus problemas. Así llegó el primer gol del Rayo Vallecano en la goleada (4-1) de hace unas semanas y el primer tanto del empate (2-2) ante el Club Deportivo Lugo. Tan claro como creo que parte del problema radica en esa posición, aseguro que el problema no es Borja Fernández.
Esa posición exige un estilo muy concreto, un plus que, como se pudo ver en el segundo acto ante el Club Deportivo Lugo, da muy bien Anuar Tuhami y ese juego que nadie más tiene en esta plantilla. Las conducciones del ‘35’ podrían compactar al equipo. Le harían estar más seguro en ciertas transiciones. Le dan un plus de empaque que el equipo agradecería para poder dominar más los tiempos del partido.
Limitaciones propias
Este condicionante de tener la sensación de que el Real Valladolid se ve lastrado por su intento de personalidad no es nuevo. Es muy reciente. Aunque en otros matices, Paco Herrera no supo variar pequeños detalles de su juego para hacer mejor a su Pucela. La poca fuerza de sus laterales, por ejemplo, lastraría la evolución blanquivioleta. Sampedro hasta el momento ha mostrado un nivel de autocrítica mayor y, sobre todo, una evolución mucho más directa sobre el juego del equipo. Este Pucela no se tapa las heridas. Las cose y las cicatriza. El Real Valladolid 2017/2018 falla, trabaja para mejorarlo y evoluciona.
Son limitaciones propias. Errores de un sistema que quiere que el Real Valladolid sea dominador con el balón y en campo contrario pero que genera problemas en las acciones defensivas. La bravura blanquivioleta para correr hacia portería rival no existe hacia la contraria. El repliegue es malo, sinceramente. El equipo no domina las transiciones defensivas, más allá de la falta y la colocación. Por ello no termina de dominar los partidos como quiere. Es muy difícil, por no decir imposible, ser el mejor en todas las circunstancias del juego pero sí que todas deben ser conocidas y tras los últimos resultados y sensaciones, este Real Valladolid no genera sensación de dominio sobre las transiciones defensivas. No las controla porque deja malos detalles de colocación y acción.
Un rival ordenado y equilibrado hizo mucho daño en Valladolid. Lo hizo sobre la base y los detalles de la goleada recibida en Vallecas. La espalda de la defensa pucelana fue un tormento en aquella tarde. Lo fue por errores propios, por detalles del juego pucelano que el equipo no controla y que, por lo tanto, no le deja dominar los partidos como espera. Debe mejorar. Es lógico. Aún estamos en una fase casi inicial y los errores, por el momento, son errores. No males endémicos. ¡Tiempo al tiempo!