Tras ver la propuesta de Luis César Sampedro en directo por tercera vez esta temporada y después de leer el artículo de Víctor Jimeno en el que habla del «fútbol total» que él detecta en el Real Valladolid, diferentes detalles de dicho artículo me llevan a exponer con cierta claridad las dos versiones que ofrece el proyecto blanquivioleta. Una versión ambiciosa, ofensiva y atractiva del equipo cuando tiene balón deja paso a una versión dura, fea y agresiva cuando deben recuperarlo. En el equilibrio de ambos estilos están muchas de las victorias que quiere el Pucela porque para que se pueda dar ese estilo ‘atractivo’, debe aparecer el ‘grosero’.
Bipolaridad buscada
De pequeño cuando veía que un entrenador viajaba y, por ejemplo, se desplaza a ciudades de más de 200 kilómetros me parecía una locura. Por ejemplo, hace unos años me hubiera parecido ilógico que Pep Lluís Martí, entrenador del Club Deportivo Tenerife, viajara hasta Valladolid para ver el debut liguero ante el Fútbol Club Barcelona B. Ahora, y sabiendo que jugaba con ambos equipos en menos de 15 días, lo veo lo más normal posible. Cuestión de profesionalidad y de esos matices que sólo deja el fútbol en directo.
En cuestión de detalles y ajustes, ver al Real Valladolid de Luis César Sampedro en directo es un lujo. Un gusto que no deja indiferente por la cantidad de situaciones que provoca el equipo. Para iniciar, este Pucela se divide en dos fases muy claras. Con balón expone. Busca ocupar todas las zonas del terreno de juego pero sin él se junta y hace gala de un fútbol tosco, duro y contundente. Si bien cuando el Real Valladolid tiene balón es un equipo atractivo, sin él es todo lo contrario. Es un buen resumen del ‘poli bueno’ y ‘poli malo’.
Con balón, y como se ve en la imagen, expone. Lo hace desde antes del pitido inicial. Sin balón es un conjunto aguerrido, directo, fuerte y faltón. Es el tercer equipo de la categoría con más amonestaciones ligueras y contiene entre sus filas a Borja Fernández, el futbolista con más faltas realizas de la categoría. Ver ese estilo atrevido, atractivo y ofensivo con balón muestra la idea global y los detalles de lo que puede ser un equipo con una bipolaridad buscada y definida por su entrenador.
El deseado equilibrio
Luis César Sampedro quiere que su equipo sea ofensivo. Así lo ha expuesto desde la pretemporada y de esta manera lo ratificaba en la derrota (1-0) en Huesca con los cambios realizados. El míster tiene claro que quiere llegar con mucha gente al área rival pero que ese riesgo no se le vuelva en contra. El ex del Club Deportivo Lugo o Albacete Balompié tiene fobia a los contragolpes rivales. Le asusta el hecho de que pueda ser atacado por los espacios que él mismo genera. Así está labrando de su Real Valladolid un equipo ‘faltón’.
Perder y robar es la consigna principal de este equipo. Más, incluso, que el trabajo con balón. La presión tras pérdida debe estar intrínseca en este Pucela. Si se consigue esa fuerza, perfecto. Por ello el equipo presiona en zonas muy avanzadas. Quiere hacer daño en transiciones rápidas pero sin conceder contragolpes rivales. Por ello, sin robo, el equipo no puede verse superado y la falta es obligatoria. Este Real Valladolid demuestra que no debe existir el miedo a la falta ni a las amonestaciones. Son una parte muy importante del juego.
El Real Valladolid lo está haciendo en este inicio de temporada. Sabe mostrar ese estilo más amargo y menos atractivo con el fin de tener el balón más tiempo. Querer ser dominadores de la posesión no hace de este Pucela un equipo lento y pesado en la movilidad del balón. No elabora por defecto y ansiedad. No busca acumular pases inservibles. Quiere tener el balón para ser profundo. Busca tener el balón para dominar el partido. Con sus credenciales, con sus detalles y con todos esos matices que se pueden ver en directo.
Antes incluso de que el árbitro dé el pitido inicial, el Real Valladolid 2017/2018 ya se coloca en formación. Busca la superioridad exterior, el dominio de todas las zonas y las variantes interiores. Un estilo marcado, muy definido y exquisitamente trabajado que necesita de una evolución para pulir todos los detalles que deje una temporada que, tras ocho partidos oficiales, deja claro que este Real Valladolid tiene dos caras. Una atractiva y moderna pero otra sucia y distante. En el equilibrio entre ambas está el éxito de un Pucela que, por el momento, convence. En sus dos versiones y en la unión que ambas forman.