Hace pocos días cuando el Real Zaragoza firmaba a Natxo González mi pensamiento es que el equipo maño, con la llegada de la nueva estructura deportiva, sabe por fin dónde está, qué debe hacer para salir de ahí y con quién debe conseguirlo. La llegada de Lalo Arantegui al Estadio de La Romareda ha dotado de realismo de Segunda división al equipo y al entorno maño. Han tardado cinco años pero, por fin, ha entendido que deben crecer desde un «perfil bajo». El histórico equipo aragonés es un equipo de Segunda división y por ello debe firmar y rodearse de gente de dicha categoría. Igualmente hace el Real Valladolid. La llegada de Luis César Sampedro y el «perfil bajo» de éste hablan de una decisión coherente y sensata.
Imperiosa necesidad
Hablando mal y pronto. Es muy “jodido” asumir que eres de Segunda división. Considerando, para empezar, que ser no es estar. Por ejemplo, el Levante UD nunca ha sido de Segunda división. Ha estado en Segunda. De igual forma, considero que el Real Valladolid de Miroslav Djukic no fue de plata. Estuvo en la categoría de plata. Por el contrario, José Luis Mendilibar consiguió hacer al Pucela de Segunda división. Lo hizo humilde y realista. Creo, honestamente, que tras la dura temporada 2015/2016, Paco Herrera llegaba a Valladolid para hacer del equipo blanquivioleta un equipo de “perfil bajo”.
Considero que fue su lucha pero que nunca lo consiguió. Creo, igualmente, que no dotó a la plantilla del perfil de determinados jugadores que le hicieran llegar a ese nivel ni status. El Real Valladolid no fichó para Segunda. Fichó para subir. Camino de la cuarta temporada en Segunda división, el prisma blanquivioleta ha cambiado. No queda otra. Igual que el Real Zaragoza, el perfil pucelano tiene ser muy diferente. Ya no vale nada a dónde quieras ir o de dónde vengas. Nadie mira la historia que puedas amasar. La categoría te devora si no eres de ella ni estás hecho para ella. Debes saber dónde estás, conocer cómo funciona y entender la dureza que tiene. Si fallas en uno de los tres puntos, estás muerto.
Por poner otro ejemplo, la confección de la plantilla de Gaizka Garitano comenzaría a fallar al basar el equipo en jugadores con nula experiencia en Segunda. Ya no en España, que también, sino en LaLiga 1|2|3. Detallar no es lo mismo que basar y aquel Pucela no tenía sustento de Segunda. Ahora, dos años después, el Real Valladolid debe seguir buscando su soporte en el conocimiento de dónde está.
El nuevo sustento
Dicen que para salir de muchos problemas sociales, el primer paso es reconocerlo. En este sentido, igual. Para salir de Segunda división, el Real Valladolid debe reconocer que es de Segunda y tener un entrenador de Segunda. Seguro que a Luis César Sampedro no le incomoda reconocerlo. Es más, será un orgullo para él. Los casi 400 partidos de plata que lleva a sus espaldas le hacen ser un entrenador de plata. Es un preparador que ha llegado a la élite pero que viene de Segunda división B. En ella estuvo con el Racing de Ferrol y con el Albacete Balompié.
Esa procedencia le ayuda para entender ese “perfil bajo” por el que ha optado el Real Valladolid en la actualidad. Optar por Luis César Sampedro no es hacerlo quizás por el nombre más motivante ni ilusionante del mercado de entrenadores pero sí por el más realista y coherente si el Club, en este cambio de oficinas que ha realizado, quiere creer desde el convencimiento de que es un equipo de plata. Entendiéndolo y dándole naturalidad, el crecimiento llegará y será con Sampedro, un perfil tan «bajo» como necesario actualmente.