Tras 20 partidos el Real Valladolid parece no haber adquirido aún un estilo definido
1.800 minutos de competición son un bagaje suficiente para que el Real Valladolid tuviera definido un estilo de juego. Los bandazos de creación que está viviendo el equipo blanquivioleta suponen que los de Paco Herrera no tengan marcados y hechos los automatismos básicos de un equipo profesional tras más de tres meses de competición. La importante victoria (0-3) en Mallorca no debe eliminar el análisis a los muchos problemas de creación que tiene un equipo de calidad y de alternativas pero que no encuentra su camino. Los pucelanos no saben qué quieren como nadie sabe a qué atenuarse ante los partidos vallisoletanos.
20 dudosos partidos
Han transcurrido 17 jornadas ligueras y 20 partidos si contamos los encuentros coperos y el Real Valladolid no sabe qué hacer. Lo intenta pero el entorno, antes de un partido blanquivioleta, no sabe qué esperar sobre el juego del equipo de Paco Herrera. Capaz de enamorar con una supuesta muestra de adaptación y potencial, como ocurrió en la victoria (2-0) ante el Sevilla Atlético, el Pucela no da continuidad a la muestra de las señas de competitividad y fuerza que hizo, por ejemplo, en el estreno liguero (1-0) ante el Real Oviedo. Los altibajos son, tristemente, los sinónimos de este endeble equipo blanquivioleta.
Capaz de mostrar una capacidad que genera miedo en el rival y una propuesta diferente como ocurrió en la derrota en Elche (2-0), una victoria, como la de Mallorca (3-0) recientemente, no vale para asegurar que todo es positivo. El equipo no vale lo que marcan los resultados, de igual forma que sus grandes partidos no muestran una gran personalidad ni sus derrotas una pérdida total del estilo. No hay nada que lo defina con seguridad.
Pese a esos 20 partidos disputados, el Real Valladolid se muestra, con el parón navideño muy cerca, en un periodo de indefinición que deja en duda toda la evolución que haya podido adquirir del equipo. Pese a buenos partidos, grandes fiascos o poderosas muestras de efectividad, el entorno, ese influyente juez, no se puede fiar del equipo. No sabe qué le puede regalar éste antes del inicio de un partido.
El reflejo de Mallorca
La mejor muestra de esta indefinición que vive el equipo se encuentra en el duelo del Iberostar Estadio. Tras una primera parte insulsa, el segundo acto salió a pedir de boca, en lo que a resultados se refiere, de los visitantes por la efectividad blanquivioleta. Éste, un equipo carente de un ‘plan B’ hasta la fecha, encontró esa alternativa en esta ocasión en los espacios de la espalda del rival. El buen entramado defensivo del Pucela que obligaba a adelantar las líneas a los de Fernando Vázquez fue determinante para la goleada final.
Ante esa facilidad, el Real Valladolid ganó y goleó en un estilo válido pero no convincente para el cuerpo técnico. A Paco Herrera, como aseguró en su rueda de prensa, le gustó la efectividad pero, posiblemente, no la forma. Pese a que pedía hace poco un nuevo estilo para el equipo, el míster debe saber, como así será, que el equipo no compitió a su nivel. Ganó, es cierto, pero no por sus aciertos en la creación o en la identidad. La falta de contundencia y de adaptación al juego del rival generó un problema en el Real Club Deportivo Mallorca, una deficiencia que el Real Valladolid aprovechó para conseguir una victoria vital pero no contundente para su estilo.
Carencia de automatismos
Por la ausencia de esa dosis de identidad llegaron los dos últimos goles. Es positivo que Alex López y Míchel Herrero, “estancados” en las últimas semanas, anotaran pero tan cierto como ello es obligatorio saber que estos tantos fueron irreales para el estilo. En ellos no se vio un automatismo básico de lo que busca el equipo. La aparición como extremos de ambos jugadores no muestra una pizca de la identidad pucelana y potencia esa sensación de necesidad de ganar con la que viaja el equipo.
Antes que el estilo, estaba el resultado. Antes que el dominio, aparecía el espacio. No entenderé nunca que el estilo pueda sea denominado sólo el juego combinativo, como se quiere hacer ver en algunos sectores, pero sí que entiendo que tener una base es prioritario para dar consistencia a un equipo. Para estar en disposición de ganar hay que estar cerca de lo definido y sobre lo trabajado.
Teniendo claro que el fútbol obliga a que haya partidos que se deben ganar, como era el de Mallorca, y que el resultado manda antes que mostrar el estilo para que así el colchón de puntos y confianza pueda dar rienda suelta al potencial individual de cada uno y exprese todo lo trabajado, el Real Valladolid tiene un corto camino con el juego desplegado en partidos como el de Mallorca.
La victoria en tierras baleares deja el poso de los tres puntos, de la ruptura de una mala racha y de la opción de crear un colchón que potencie la fuerza del equipo. No son pocos objetivos, es cierto, pero estos son efímeros y tienen muy poca vida para dar consistencia a ese gen dominador que busca ganar y “jugar bien” en un exigente Paco Herrera que premia el entrenamiento en el estilo y no en resultados, aquéllos que siguen demostrando que el Pucela no encuentra una base fuerte sobre la que crecer tras 20 partidos disputados.