El actual Real Valladolid mantiene el declive vivido en las últimas temporadas. No encuentra el lugar para el que es diseñado durante todos los veranos. ¿Por qué?
• Las elevadas exigencias que se viven desde el entorno: «¿Por qué tenemos que sacar tantas conclusiones?»
• Protagonista principal en la actualidad blanquivioleta: «Una renovación sobre la que aún cuelga un lastre»
• La mucha tranquilidad que otorga el actual míster: «Si Paco Herrera no fuese el entrenador pucelano…»
La situación del Real Valladolid es preocupante. Que éste no haya encontrado su lugar en la categoría y que viva en tierra de nadie por segunda temporada consecutiva obliga a depurar responsabilidades entre todos los que ‘forman’ el club blanquivioleta. Señalando a Carlos Suárez, al recién renovado Braulio Vázquez, al nuevo vestuario, radicalmente opuesto al de hace un año, o, quién sabe, si a Paco Herrera, eximido de responsabilidades hasta la fecha, la sensación es que entre todos estamos haciendo del Real Valladolid un muñeco de frustraciones, una liberación semanal que aumenta nuestra penas y disminuye las alegrías.
“He venido a ganar”
El pasado sábado, tras el nuevo varapalo de la derrota (2-1) del Real Valladolid en Soria, me puse a ver el partido del West Ham United con mi hermano, del que él es gran seguidor. Una forma de ahogar las penas, supongo. Después de ver como el equipo de Slaven Bilic se adelantaba, por dos veces, en el marcador, terminó perdiendo el partido ante el Tottenham Hotspur. Inmediatamente después de que el equipo de Mauricio Pochettino hiciera el tercer y definitivo tanto, mi hermano, preso de la rabia, me dijo que “no se puede ser de ningún equipo”. “Vaya asco de deporte”, aseguraba tras la séptima victoria hammer de la presente temporada.
Y es cierto. El fútbol es un deporte ingrato. Pierden todos. Es un juego en el que se pierde mucho más de lo que se gana y en el que el inconformismo vive constantemente instalado. Nada es suficiente, el rival es mejor, falta ambición, no tenemos carácter… Son muchos y diferentes argumentos que se escuchan fin de semana tras fin de semana cuando el equipo del que uno es aficionado no cumple las expectativas. “Yo he venido a ganar” parecen decir todos y cada uno de aquellos entornos. El fútbol no se hizo para sufrir pero se ha convertido en una tortura que nos destruye y con la que nosotros destruimos lo que más queremos de aquello que «no se quiere».
Siguiendo por la frase que asegura que el “el fútbol es lo más importante de todos aquellos temas que no son importantes”, el fútbol es vital para la vida de un alto porcentaje de la sociedad. Nos da y en lo que respecta al Real Valladolid, los de Paco Herrera nos deben dar mucho más. Si no es así, yo tampoco le doy. El fútbol es recíproco. Si el equipo me da, yo le doy. Si él no gana, yo le doy la espalda. Un ejemplo sencillo, un equipo con derrotas no tiene una gran masa social. Un equipo de éxito, sí. Hay pequeñas y contadas excepciones porque las derrotas no alimentan a nadie. No gustan. No interesan. No tienen una lectura positiva.
El caso blanquivioleta
Actualmente, tras una temporada para olvidar, el entorno blanquivioleta mira al pasado con pena y, posiblemente, cargo de conciencia. Ya no por lo conseguido hace décadas, que también, sino con lo que ruborizan las críticas y el estado de nervios que se vivió en la temporada 2014/2015 con Joan Francesc Ferrer, ‘Rubi’, como entrenador. Ahora, tras un coqueteo más que interesante con el descenso hace unos meses y una actualidad llena de penumbras, el Real Valladolid entiende que aquella campaña no fue tan mala como se hizo ver en ese momento.
El tiempo ha hecho madurar. Ha enseñado que aquello no fue tan malo y que todo puede empeorar, como la relación vallisoletana con el gol. Antes de hablar de miedo ante los ex y la repercusión que estos tienen en sus primeros duelos ante el Real Valladolid, es vital analizar si a éstos se les trató con justicia y sensatez en su momento blanquivioleta. No es lógico el éxito total de todo aquel que sale, como tampoco es normal que los últimos tres entrenadores que han empezado la temporada en Valladolid, su siguiente parada estuviera en la élite. Con mayor o menor éxito los tres pisaron Primera cuando en Valladolid fueron desprestigiados por su trabajo.
Firmarlos, mantenerlos o no destituirlos fueron medidas que, supuestamente, destrozaron al Real Valladolid. Por suerte Paco Herrera no está en esa terna. Se ha ganado al entorno desde el primer minuto tras su llegada. Está exento de muchas de las críticas que sí vivieron sus antecesores. Los que no están libres son los jugadores, los periodistas y los trabajadores de un club que parece no tener freno en su caída libre pero sobre el que todos eximen su culpa en lo que se puede denominar como una soberbia irresponsable.
Soberbia irresponsable
¿Por qué Manu del Moral triplica en Soria sus goles de la temporada pasada? ¡Suerte!, dirán ¿Por qué Omar Ramos, Lluís Sastre y David Timor están en Primera si en Valladolid no valían? ¡Casualidad!, gritarán ¿Por qué Gaizka Garitano está en Primera si en Pucela sólo duro diez partidos? ¡Ayuda de su representante!, asegurarán. Quizás muchos pucelanos no lo vean, seguro que otros tantos no lo entiendan y, muy posiblemente, otros no lo quieran ver pero el Real Valladolid no quiere saber bien de su realidad. No la quiere conocer.
Las casualidades no existen y en el mundo del fútbol ya se sabe que el Real Valladolid es una trituradora por su conocimiento irreal de la realidad. Nadie destruye al Pucela pero es cierto que, de igual forma, ninguno fortalece las uniones que podían hacer crecer al Real Valladolid. Así todos debemos mejorar. ¡Todos! El club blanquivioleta no está siendo derruido pero no está siendo fortalecido por nadie y está pagando todos los egoísmos y aumentando su debilidad porque sin realidad no hay futuro.