Braulio Vázquez, actual director deportivo pucelano, renovaba hace una semana su contrato para dar estabilidad al proyecto a «largo plazo» el club blanquivioleta
• El gallego amplía su vinculación con el Real Valladolid para llegar hasta los cinco años de proyecto tras la muestra de una gran fuerza de convicción para los fichajes pero con grandes dificultades ante las adversidades •
El Real Valladolid daba la semana pasada un paso muy importante para la creación de su proyecto «a largo plazo», aquél que se lleva defendiendo y vendiendo desde el club blanquivioleta en las últimas semanas. La renovación de Braulio Vázquez y su equipo de trabajo asienta un club que parece necesitar al gallego al mando. El actual director deportivo pucelano, que puede llegar a cumplir cinco años en el estadio José Zorrilla, se ha ganado al entorno blanquivioleta tras la muestra de un enorme talento para firmar, detectar jugadores y pulir vestuarios pero grandes dificultades para dirigir la nave pucelana ante las adversidades. Cada día que transcurre esta temporada supone una liberación tras las decisiones tomadas hace un año.

Ganada renovación
Comenzando por el hecho noticioso, Braulio Vázquez ha firmado una merecida renovación. Desde fuera, lejos del análisis de los resultados del primer equipo, la sensación es que el Real Valladolid ha cambiado con la llegada del ex director deportivo del Valencia. Con el gallego el club blanquivioleta se ha ‘profesionalizado’ en los despachos. “Ahora tenemos mucha mayor facilidad para acceder a determinados jugadores”, aseguraba Carlos Suárez este martes en la rueda de prensa tras la renovación de Braulio en una muestra de la metamorfosis que ha generado el protagonista de la semana en Valladolid.
El presidente, orgulloso tras ver que se cumplía su objetivo de dar continuidad al trabajo de la parcela deportiva, señala a Braulio como el culpable de las mejoras pucelanas en los despachos. Para Suárez, el gallego es un empleado firme, con talento y convicción. Sabe qué tiene que firmar y cómo debe ejecutar sus intenciones. Dicha facilidad choca ante un director deportivo de poca presión. Se maneja muy bien en el mercado, y no es fácil con el poder adquisitivo blanquivioleta, pero se ahoga ante la toma de decisiones. Señalar los problemas y atajarlos con facilidad es una mejora que debe asumir Braulio en los próximos tres años firmados con el club blanquivioleta.
El lastre 2015/2016
Éste es un punto que debilita su trabajo porque así se demostró la pasada temporada. Hace un año Braulio ya había perdido el control del equipo aunque, quizás y como él aseguraba este martes, nunca lo tuvo porque jamás llegó a confiar en aquello que él había diseñado. Todo lo negativo que se produjo hace un año ha variado con la actualidad. El Real Valladolid se gusta en esta nueva temporada. Todo está saliendo a pedir de boca en el estadio José Zorrilla. El lastre se va eliminando y todos los éxitos del presente comienzan a limar los pesos del pasado.
Desde el inicio de la temporada Braulio ha firmado aquello que quería, tanto para el banquillo como para el equipo. Lo ha hecho con la seguridad de un contrato a largo plazo u “horizonte medio”, como definía Carlos Suárez, y ha regalado peso y relevancia al club. Éste ya no es un club de paso, es una seña de identidad con la que deben crecer el equipo y los jugadores. De la mano. Aunque le costó entenderlo y aceptarlo, Óscar González llevaba razón la pasada temporada y el equipo necesitaba lo que ahora tiene que no es nada más que lo que pedía el jugador para su club y que siempre ha sido vital en los éxitos pucelanos. Identidad blanquivioleta en el vestuario.
• «La difícil tarea de evaluar a un director deportivo», reflexión sobre el puesto •
Esta vez Braulio ha sido listo. Ha aprendido de sus errores y ha minimizado las dificultades que él mismo creó la pasada temporada. Ser director deportivo es complicado. Casi más que entrenador. No están definidos aún los parámetros para evaluar este puesto y como el gallego pide, “los resultados no lo pueden marcar todo”. Eso sí, posiblemente, las decisiones sí y en este aspecto él estuvo muy equivocado hace un año. Con tres entrenadores en una temporada, la forma en la que se acudió al mercado de fichajes invernal y la escasa maniobra de autocrítica que mostró convirtieron su segundo año en Valladolid en un lastre del que le está costando salir pero del que ya va vislumbrando la luz que marca la salida.
“Malos rendimientos”
El tiempo parece haberle hecho ver sus grandes errores. No en fichajes como el de Manu del Moral, Pedro Tiba, Mario Hermoso o Rodri Ríos, por ejemplo, sino en la nula capacidad de transmitir a nivel interno. Todo parecía irle grande y cualquier medida aumentaba la grieta. Sin la experiencia de la pasada temporada nada de lo actual sería real. Aunque, como él mismo parecía asegurar este martes, se siente orgulloso de sus fichajes del año pasado porque “no son malos jugadores” sino que fueron “malos rendimientos”, nada es similar a los meses actuales. Ni la tranquilidad, ni el juego, ni la ilusión, ni, por supuesto, el entorno.
Este último es un buen resumen de la verdad pucelana. “Noto que la gente está orgullosa” del equipo. Lo cierto es que lo está ahora. Tras perder (3-2) en el Ciutat de Valencia y tras acumular cinco derrotas consecutivas, nadie lo estuvo. Por lo tanto, es de la paciencia de lo que está orgulloso el entorno. Ese grado de confianza que el tiempo ha mostrado merecido para Paco Herrera no se encontró la pasada temporada y quizás Gaizka Garitano la hubiera merecido. Con él empezó el declive, un lastre inolvidable para la carrera de Braulio y no por el resultado, que también, sino porque el “fracaso que es dejar de tomar decisiones” o hacerlo sin convencimiento.

Éste pudo ser el problema el año pasado. La temporada comenzaba con un Braulio Vázquez superado. Las “sinergias”, que siempre comentaba Vicente del Bosque, no llegaron a un equipo que el director deportivo no supo construir y que, poco a poco, no supo arreglar. El castillo se derrumbó y él, constructor, arquitecto y capataz de reforma, agonizó con él. Ahora, el viento fresco de la confianza bien recompensada, le ha resucitado y le regala una renovación ganada pero sobre la que aún pende el lastre de la pasada campaña, aquélla en la que Braulio no fue él.