Real Valladolid 0 – 1 UCAM de Murcia | Dolorosa derrota en el José Zorrilla
Cuando menos se esperaba, el Real Valladolid acumula dos derrotas consecutivas. Sobre el papel, perder dos partidos seguidos era un inicio lógico. Por la debilidad del proyecto a corto plazo y el enfrentamiento ante grandes rivales, caer en los primeros partidos no hubiera sido sorprendente. Hacerlo ante el Club Deportivo Tenerife y el UCAM de Murcia, sí. Perder ante los murcianos en el estadio José Zorrilla es tan sorprendente como doloroso. Genera nervios sobre un equipo que esta quinta jornada se mostró como un grupo impotente ante el gol y la unión de las líneas más ofensivas. Presos de los nervios y las emociones, el equipo blanquivioleta se destruyó en sus errores y limitaciones como ni el pero árbitro hubiera podido conseguir.
Un partido muy largo
Jugando bien, mal o regular, en este inicio liguero el Real Valladolid está teniendo siempre el mismo problema. Se le hacen largos los partidos. Ante el UCAM, más allá de la derrota en el último minuto, el equipo llegó débil a los últimos compases. No tuvo la fuerza, la sensación de peligro ni la presencia que mostró en el inicio. Perdió fuerza con el paso de los minutos y concedió ocasiones en los últimos minutos que resultaron muy caras para la estabilidad del partido. Lo que buscaba un rival al que le valía el empate.
Entre esos miedos que, finalmente, se transformaron en la ansiedad por ver que no llegaba el gol y la entrada de jugadores desde el banquillo que no mejoraban lo expuesto sobre el campo, el Real Valladolid se puso en una situación de peligro que, como todo lo que ocurre en este inicio, no es sorprendente y, por ello, es más grave. La dinámica final era previsible y evitable.
Ver que al equipo se le hacen largos los partidos no es nuevo. Es automático en todas las jornadas. El ritmo es el mismo de semanas pasadas. Pese a las victorias o las derrotas, los encuentros tienen las mismas líneas marcadas. El devenir no es positivo para los intereses pucelanos y el equipo está comenzando a mostrar debilidades, aquéllas propias y que se producen por no saber leer los partidos sobre el césped y carecer de la personalidad y gestión que debe tener el equipo sobre el terreno de juego. Con nombre propio, esto no ocurre con Joan Jordán sobre el terreno de juego. El faro del Pucela ha faltado en las dos últimas jornadas y el equipo lo ha notado. Como las casualidades no existen, la crítica, sí.
Triste velocidad
Lo problemático en el Real Valladolid ahora no es el resultado ni haber perdido dos encuentros consecutivos ni, por supuesto, haber caído en casa ante un equipo recién ascendido y que guardará siempre en el recuerdo el estadio pucelano. El problema actual en el Pucela es la velocidad que ha adoptado el equipo. De una forma o de otra, los partidos siempre llevan el mismo camino. No sufren vaivenes y tal circunstancia es propia de un equipo sin variantes, todo lo contrario del Pucela.
Con los últimos fichajes, el Real Valladolid tiene opciones de ser dominador del encuentro en todas sus fases. Tiene la opción pero la debe pelear. Lo triste es que no se hace en los últimos minutos y que el valor de los jugadores del banquillo es muy pobre. Ninguno aporta novedades al encuentro. Igualando lo realizado se invita a que el encuentro sea un duelo plano y sin sobresaltos. Con la calidad del equipo, los partidos deben tener sorpresas y no regularidad. Se debe cambiar el partido y, tristemente, todo se contagia en un equipo insulso.
Impotencia
Desde las cualidades futbolísticas hasta el gen competitivo, todo pasa por uno mismo y por la ambición que se tenga. Con Paco Herrera en el banquillo y el vestuario conformado, éstas siempre van a existir pero se debe tener desde un forma lógica y razonada, todo lo contrario de lo que ocurrió en el partido. Los pucelanos fueron previsibles desde la impotencia por ver que no llegaba el gol. El paso de los minutos afectaba a un Real Valladolid que vio como las limitaciones propias limitan tanto o más que una mala actuación de un colegiado, por ejemplo.
Por tanto, la derrota no es del todo negativa. Siempre debe tener una lectura positiva. Tiene buenas connotaciones si el equipo así las quiere entender. Saber dónde están los problemas y qué se debe hacer para mejorar sería una buena lectura para un equipo que ha sumado dos derrotas consecutivas cuando menos lo esperaba pero cuando más lo ha merecido por fallos propios y una impotencia desmedida.