Alex Pérez cierra la defensa con unos rasgos novedosos para el perfil de la plantilla. El toque y la salida de balón se multiplican con un jugador de 191 centímetros
Llegaba a escondidas. Con una prueba firmada con el Real Valladolid Promesas que Paco Herrera quiso evaluar. El nuevo técnico pucelano quería ver en acción a este corpulento jugador y las sensaciones no pudieron ser mejores en la pretemporada. Alex Pérez, de 25 años recién cumplidos, pasaba la prueba con creces y se ganaba completar el estilo de juego blanquivioleta. Su magnífico juego en largo y sus dotes para el juego aéreo han convencido a un cuerpo técnico que le firma para una temporada y le da la oportunidad de complementar una defensa de buen trato de balón pero carente de todo aquello que él tiene, curiosamente lo que ha gustado a la entidad pucelana.

Ser un “buen cabrón”
Hace justo un año comenzaba una de las pretemporadas más emocionantes de mi corta y modesta carrera como entrenador. Un proyecto ilusionante que se ha cortado al primer año de vida. Uno de los casos que más me han llenado de esta temporada y, posiblemente, de todos mis años entrenador fue el de un defensa central que tuve. Desde el primer día le vi capacitado para dominar el balón. Tenía un buen dominio del balón con ambas piernas, un golpeo en corto maravilloso y un dominio del balón en largo con mucha potencial. Tenía dotes de liderazgo pero le faltaba demostrarlo. Vivía incómodo ante la novedad de todo lo que estaba viviendo.
Sus capacidades eran excelentes porque, además, generaba mucho a balón parado. Dotaba al equipo de los centímetros que otros jugadores de su puesto no tenían. Todas sus cualidades, no pocas, las mostraba en un porcentaje reducido. Tenía mucho más para dar pero le faltaba maldad. Un día se lo comenté. “Para ser un buen central debes ser un cabrón. Un buen cabrón”. Lo entendió. Y tanto que lo entendió. Creció semana a semana, partido a partido y entrenamiento a entrenamiento. Se hizo el líder hasta el punto de cambiar de club al no ver su techo. Posiblemente no lo tiene y así ha querido emprender una nueva etapa. Quiere buscarlo.
Él, como yo, recuerda mucho esa frase. Inyectó en su juego un poco de maldad y el resultado fue exquisito. Algo similar hace ahora el Real Valladolid al firmar a Alex Pérez y multiplicar las cualidades que ya se pusieron en liza con la llegada de Igor Lichnovsky. Tanto el chileno como, sobre todo, el madrileño, aportan fuerza, coraje, personalidad, centímetros y juego directo a una defensa pucelana supeditada al dominio del balón.
Se puede rozar
Dicen que la perfección no existe pero, posiblemente, ésta se pueda rozar. Pese a que las dificultades en el Real Valladolid son más elevadas aún si cabe que en otro equipo, Braulio Vázquez y Paco Herrera han cerrado este verano una línea defensa de garantías, variedades y alternativas. Marcado el dominio con el paso corto y medio que otorgan Alberto Guitián y Rafa López, los últimos en llegar generan juego largo y directo.
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El dominio de Alex Pérez sobre el balón es muy alto. Conocedor de sus posibles limitaciones en el repliegue, el madrileño ha trabajado y potenciado su capacidad para generar ocasiones desde su propio campo. Diagonales y pases de más de 10 metros le hacen muy capaz para regalar opciones de juego directo y rápidas transiciones a un equipo que necesitaba de sus cualidades y de su ‘maldad’ sobre el terreno de juego para ser esa solvente línea de retaguardia que triunfa en las últimas temporadas en la ahora llamada ‘Liga 1|2|3’.
Metamorfosis
Alex Pérez ha sufrido mucho para llegar hasta esta oportunidad que le brinda el Pucela. No es que tuviera que dar un paso hacia atrás para poder dar dos hacia adelante. Su retroceso fue más grande. Tras diversos fracasos en España tuvo que hacer las maletas hasta Estados Unidos. Una liga menor fue su única salida pero fue un campeonato en el que desplegó sus grandes cualidades. Muy posiblemente, el Pucela no se fijara en ellas cuando le citó en los Anexos pero sí que han influido para tomar la decisión de ofrecerle un contrato.
En Estados Unidos llegó el cambio del jugador. Poco más de 15 partidos en tierras americanas para cambiar su formar de afrontar el fútbol. Lideró un grupo, manejó un trabajo defensivo y protagonizó muchos movimientos de ataque. Sufrió una metamorfosis en su mentalidad que, ahora, le han llevado a convencer al exigente Paco Herrera para que imponga algo de maldad a su retaguardia. La seriedad y la sobriedad la ponen Guitián y Rafa, la chulería Igor y la maldad, él. Entre todos, el Pucela forma una línea defensiva de soberbia y contrastada calidad.