Miguel Ángel Portugal había perdido la dirección del vestuario blanquivioleta. Los jugadores caminaban solos y el club ha tenido que cambiar nuevamente su rumbo
• El míster burgalés ya no era el referente que necesitaba el equipo para la temporada. Dejando su parcela a los jugadores, finalmente había perdido su lugar y deambulaba en sus funciones y en su discurso •
Miguel Ángel Portugal ya es historia blanquivioleta. El entrenador burgalés ha dejado de ser el preparador del Real Valladolid tras la derrota (1-0) en El Sadar ante Club Atlético Osasuna. La mala racha del equipo y la pérdida que había demostrado de sus señas de identidad y su personalidad, además de la pérdida del control del vestuario han valido para dar por cerrada su etapa blanquivioleta tras 25 jornadas. Con 36 puntos en el bolsillo pero con el equipo en una tendencia muy delicada, Braulio Vázquez y Carlos Suárez agitan al equipo en la búsqueda de una reacción. Sin Portugal, los jugadores son los máximos responsables. El técnico les dejó un espacio, más tarde perdió el resto y por ello ahora deben responder ante la total exigencia que van a vivir en las próximas siete jornadas.
Identidad y juego
La llegada de Portugal ayudó mucho al Real Valladolid y al entorno. El discurso del burgalés calmó los ánimos y sosegó el ambiente. Detalles que se necesitaban tras el varapalo del fracaso de Gaizka Garitano. Al empezar, la dinámica fue buena. Mostraba liderazgo y confianza en su estilo. Ilusionado por su regreso a España, el burgalés aportó muchos detalles al avance y mejora del equipo. Con esa pequeña inercia inicial, Portugal fue la identidad blanquivioleta en el inicio de su etapa. El Pucela era el reflejo del entrenador y todo parecía fluir con normalidad. El equipo creció y lo hacía con tranquilidad. Sin querer comerse fases.
Con altibajos en el juego e irregularidad en los resultados, es verdad, pero su Pucela generaba algo de confianza e ilusión. En el juego podía dar mucho más pero lo hacía con una sensación de que tenía margen de mejora y que éste se podía cumplir. Todo hasta Miranda de Ebro. La derrota (4-0) ante el Club Deportivo Mirandés enterró al entrenador. En Anduva perdió la perspectiva, arrinconó su personalidad y se aferró a pequeños resquicios.
Desde entonces todo ha ido de la mano. El equipo no ha jugado bien y, por lo tanto, no ha sumado lo que se esperaba y necesitaba. El entrenador no ha mostrado fuerza ni coraje. Ha intentado disimular los errores y las limitaciones del equipo y se ha topado con un estancamiento muy peligroso del Pucela. El propio Portugal se ha ido encerrando en su defensa del vestuario. Preso de las nuevas metodologías de entrenamiento ha querido dejar mucho espacio al equipo y al despertar ya había perdido su lugar. Confiando en exceso en los jugadores y en la autogestión del vestuario en muchas facetas, el burgalés se quedó sin espacio. Su propuesta, presa de los resultados como todas, quedó eliminada y su hueco ya no estaba en el estadio José Zorrilla.
Confianza en sus jugadores
Hace unos días Cesc Fábregas analizaba la salida de José Mourinho del Chelsea. Uno de los iconos más importantes de la historia del equipo inglés salía por la puerta de atrás del club de Londres por un exceso de confianza en sus jugadores. El centrocampista español aseguraba que el portugués “confió en nosotros y nosotros le decepcionamos”. El ex entrenador del Real Madrid dejó espacio a los jugadores y éstos no dieron el nivel. Es verdad que en el fútbol son los jugadores los que mandan pero siempre deben tener a alguien que les diga por dónde ir y cómo hacerlo. Los puedes perder un segundo y ya nunca más recuperarlos.
Las funciones del entrenador son de gestión y de liderazgo, principalmente. Cada día pasan menos por el entrenamiento, por ejemplo. “Un entrenador no entrena. Para eso está el preparador físico”, asegura David Vidal. “Lo que un buen entrenador tiene que hacer es decirle qué necesita del jugador y tenerlo motivado y feliz”, defiende el gallego. Usando, con muchísimos matices, las palabras el actual entrenador del Deportivo Guadalajara, el Real Valladolid debe cambiar su momento y lo debe hacer por este punto.Debe olvidar la autogestión y tener un líder.
Este Real Valladolid necesita un entrenador capaz de gestionar un grupo. Exigiéndose cada uno en sus funciones y respondiendo en las necesidades del equipo, el Real Valladolid terminará la temporada de manera mediocre pero lógica. Defendiendo lo indefendible e intentando tapar todas las carencias existentes, no. Buscando excusas el equipo ha perdido la lógica para trabajar. El ímpetu propio de un grupo profesional no ha sido suficiente. Sin un referente ni una gestión lógica, el corazón ha empujado pero no ha sabido cómo hacerlo.