El Real Valladolid pierde su primera «final» al empatar (1-1) en el Nou Estadi de Tarragona. Vincenzo Rennella, que empató, hizo su primer gol como blanquivioleta
Juan Villar, tras empatar ante el Numancia, puso la noticia. “Tarragona es una final”, dijo el onubense. El guante que lanzó el máximo goleador blanquivioleta fue recogido por Miguel Ángel Portugal que determinó que el encuentro del Nou Estadi de Tarragona era “la primera final de la temporada”. El burgalés daba una trascendencia elevadísima al partido ante los de Vicente Moreno. Los pucelanos jugaban la primera final de la temporada y no la ganaron. Haciendo propias las palabras de Marcelo Bielsa, que aseguraba que “las finales no se juegan sino que se ganan”, el actual Real Valladolid parece que tiene que comenzar a despedirse del objetivo.
[quote style=»3″] Tarragona es una final, una final importante. Ahora cada partido va a ser una final.
Miguel Ángel Portugal en la sala de prensa de Zorrilla en la previa del partido en Tarragona [/quote]
Ya sea por la pérdida de dos puntos, que eleva la distancia con el play-off, o por el hecho de que se confirma que este proyecto y este vestuario no está capacitado actualmente para una nivel de exigencia tan fuerte y elevado como el que lleva el término “final”, la realidad es que bajo estos parámetros tan estresantes, el Real Valladolid tendrá mucho más difícil el objetivo. En un partido que tuvo detalles muy ventajosos para el conjunto vallisoletano, los pucelanos no supieron ganarlo. No tuvieron la fuerza, el coraje y la personalidad de hacerlo suyo.
La falta de lectura del equipo sobre el césped, debilitó las opciones pucelanas de conseguir una victoria que hubiera sido trascendental. La imagen no fue mala pero pudo y debió ser mejor por los condicionantes del partido. Éstos señalaban a una victoria pucelana, una consecución de puntos que no se dio por detalles que aseguran que este Real Valladolid no puede admitir el ritmo de esas “finales” que detecta su experimentado entrenador. Portugal, conocedor del fútbol y sus entresijos como nadie en el club pucelano, puede estar pidiendo a sus jugadores algo que no están capacitados para dar. Exigiéndoles aquello que, quizás, no son capaces de conseguir, el objetivo se escapa y lo hace, posiblemente, de forma irremediable. Tristemente, este Real Valladolid sigue en construcción aún estando llegando al mes de marzo. Un equipo asentado sus piezas no tiene “finales” tiene etapas.
La ‘suerte’ de los rebotes
Mucho se lee en el fútbol que los rebotes son suerte. Sobre todo cuando benefician al equipo rival pero en Tarragona valieron para firmar dos goles y por mérito de sus autores. Los tantos fueron de los jugadores más inteligentes de cada equipo. El hecho de que Emana se viera beneficiado por un rebote no es casual. Es rapidez, fuerza y anticipación. De igual forma que el hecho de que Vincenzo Rennella se aprovechara de un rebote e indecisión en el área no es fortuito.
La inteligencia del ex del Real Betis ha quedado patente en sus primeros meses en Valladolid y en el Nou Estadi valió para sumar un punto y para que su estreno goleador como blanquivioleta conseguira ayudar al equipo a reaccionar tras el tanto inicial de los catalanes. Los de Vicente Moreno se adelantaron en el marcador tras un inicio muy fuerte de su juego. Presión adelantada, velocidad de juego adecuada y profundidad por las bandas.
Aquello para lo que está creado este Real Valladolid desde las incorporaciones del mercado de invierno lo consiguió el rival. El Gimnàstic de Tarragona demostró por qué está colocado en zona de play-off. Su fuerte inicio le generó una ventaja merecida pero una reacción pobre tras el empate de Rennella. Devuelta la igualdad, y hasta el tiempo de descanso, el Real Valladolid dominó entre la igualdad. Los visitantes imponían más su ritmo y sus intenciones aunque sin un gran dominio sobre el césped y, obviamente, sobre el marcador.
Un correcalles contraproducente
Viendo cómo transcurriría la segundad parte, el final del primer acto sí se puede considerar como un dominio blanquivioleta. El momento de mayor superioridad vallisoletana. Los de Portugal tenían el balón y pese a que los locales también, éstos disfrutaban de la posesión en zonas poco peligrosas para la meta de Kepa Arrizabalaga. En el segundo acto, la tardanza en los cambios de Portugal dejaba roto el partido. Líneas muy superadas en los visitantes que pedían permutas pero que no llegaron hasta el minuto 80.
Sin cambios y sin engranaje entre el centro del campo y la línea más ofensiva de los pucelanos, el partido se convirtió en un correcalles que valía al equipo que menos tenía que perder: el Gimnàstic de Tarragona. Los de Vicente Moreno no tienen el déficit de puntos de su rival y sí un gran colchón para la consecución de sus objetivos. A los catalanes les podía interesar un encuentro movido. Al Real Valladolid, no. Los pucelanos necesitaban tener el dominio, ser superiores numéricamente en el centro del campo y fortalecer sus debilidades, aquellas que, en los espacios, estaban aprovechando Luc y Naranjo.
Esa reconstrucción que pedía a gritos el devenir del partido por parte del bando blanquivioleta llegó tarde pero cerca estuvo de darle resultado al cuerpo técnico. Un movimiento inteligente y de un jugador con libertad como Óscar González pudo dar la victoria en el tiempo de descuento. El travesaño repelió ese disparo y el Pucela se quedó sin premio, un botín que hubiera sido excesivo por el juego desplegado y las ocasiones generadas pero tremendamente bien valorado por los pucelanos. Con el tanto que el larguero evitó a Juan Villar, el Real Valladolid hubiera superado con un buen resultado la primera prueba de presión que puso Portugal en la previa. Aunque el juego ha demostrado que este Pucela no está capacitado para asimilar esta exigencia en lo que resta de temporada. Así, y con el término “final” persiguiendo a los pucelanos, el objetivo se comienza a alejar del estadio José Zorrilla.