El Real Valladolid puntúa en Lugo (1-1) donde tuvo que afrontar una inferioridad de 40 minutos. El tanto de Guzmán Casaseca reflejaría la mejoría de los pucelanos
El miedo a las cartulinas amarillas ya está instalado en el Real Valladolid. Ya sea en el estadio José Zorrilla o fuera de la ciudad de Valladolid, ese miedo a las amonestaciones está fijo en el ambiente. Lo está porque son ya varias las inferioridades que ha tenido que afrontar el equipo y diversas situaciones que le han restado la posibilidad de sumar puntos importantes. En Lugo, cuando el equipo firmaba un arranque de partido espectacular, una infantil expulsión de Johan Mojica al comienzo de la segunda parte condicionó el planteamiento del cuadro blanquivioleta.
[quote style=»3″] Si cada vez que nos sacan una amarilla a un jugador tengo que pensar en cambiarlo….
Miguel Ángel Portugal, entrenador del Real Valladolid, en la rueda de prensa de Lugo [/quote]
Como ya ocurriera en la anterior jornada ante el Club Atlético Osasuna, una expulsión, justa o injusta, tal detalle ya parece secundario, dejaba al cuadro de Miguel Ángel Portugal sin la opción de la victoria. Sabidas ya las dificultades de cuqlquier equipo para solventar estas situaciones, el Pucela se agrupó en el Ángel Carro para asimilar esta nueva inferioridad y responder ante ella mejor que siete días atrás. Si ante el equipo rojillo los pucelanos no supieron llegar con claridad al marco rival, en Lugo el equipo mostró otra cara. Conocedores ya de lo que se necesitaba en esta situación y favorecido por un absurdo penalti de Iriome, Guzmán Casaseca se estrenaba como goleador pucelano para rescatar un valioso punto de la visita pucelana a tierras gallegas.
Un inmejorable inicio
El Real Valladolid y el entorno que mantiene a éste están necesitados de buenas dosis de ilusión. El mundo blanquivioleta necesita tramos de buen juego, momentos en los que el equipo regale entusiasmo y en el Ángel Carro se consiguió con un frenético inicio de partido. Seis acercamientos a la portería de José Juan en los primeros diez minutos mostraban la evolución del equipo de Miguel Ángel Portugal. Que esta evolución no es tan rápida como se deseaba está claro pero que la sensación ante el Mirandés y el Real Zaragoza tienen fundamento, está clara. Se han confirmado en Galicia. Deberán demostrarse en el futuro más cercano.
Con esos primeros 10 minutos de asedio total, los visitantes firmaron una primera parte de gran nivel. En ella se pudieron ver muchos aspectos del juego pucelano y todos, favorables. Se apreció que Mario Hermoso tiene talento para jugar como central, se vio que Álvaro Rubio sigue teniendo la calidad que le ha hecho ser determinante en los últimos años, se vislumbró que Diego Rubio tiene potencial y cualidades por encima de los minutos disputados y se regaló la opción de volver a ver que Óscar González. Pese a que el charro está en un estado de forma aún bajo, la noticia en Lugo se produjo en ver que está de vuelta y que sigue teniendo calidad en los últimos metros.
La primera parte de Lugo comenzó con muchos aspectos positivos. El devenir del partido pintaba peor como Johan Mojica ejemplificaba. Su primera amarilla le condicionaba el partido y, con ella, comenzaban los nervios. Llegaba un Real Valladolid dubitativo que perdía la fuerza y la personalidad con la que había comenzado el partido. Los nervios se hacían con el equipo que llegaba al descanso con necesidad de parar. Ese buen inicio se mantuvo en el partido pero se fue apagando hasta llegar al minuto 45. En el descenso, el Real Valladolid ya no era tan ilusionante como en los primeros minutos. Por lo menos no perdía y, sobre todo, no estaba en inferioridad.
Nueva inferioridad pucelana
El Pucela no era el mismo que terminaba el partido. Pese a que no había vivido una decadencia muy pronunciada ni ésta le dejaba en unos mínimos muy bajos y muy reconocibles, tristemente, la realidad es que el Real Valladolid perdía fuerza y la terminaría de perder en el inicio de la segunda parte. A los escasos cinco minutos vividos tras la reanudación, Johan Mojica era expulsado. Como ya ocurriera siete días atrás ante Osasuna, los pucelanos debían sumir una inferioridad numérica de casi 45 minutos.
Dicha inferioridad afectó. Se vio al peor Pucela del partido durante una larga fase del encuentro. Dudas, miedos y pesadillas muy familiares que se confirmaron con el gol de Joselu para el Lugo en el minuto 64. En todos esos detalles en los que el equipo visitante estaba funcionando muy bien durante más de una hora, se vinieron abajo. Mario Hermoso falló lo que no había fallado en todo el partido, Kepa Arrizabalaga no transmitió la seguridad que lleva transmitiendo toda la temporada, Álvaro Rubio no llegaba a las zonas que minutos antes sí llegaba… El partido parecía marcharse y el Real Valladolid tendría que asumir la derrota tras una nueva inferioridad de 40 minutos. El equipo parecía que iba a morir en la orilla pese al ímprobo esfuerzo realizado.
La búsqueda de la fortuna
Hubiera sido injusto, aunque muy propio del fútbol y de aquellos equipos que viven realidades alejadas de sus expectativas que el Real Valladolid se marchara con el autobús vacío de puntos de Lugo. Por suerte, no fue así. La ventaja de saber jugar con inferioridades como lleva viviendo este Pucela a lo largo de la temporada, ayudó a un equipo que asimiló su desgracia para puntuar.
De esta forma y con este conocimiento, los de Portugal aplicaron al partido del Ángel Carro todo aquello que les faltó ante Osasuna. Fueron a por el partido y quisieron vivir el mayor tiempo posible en el campo del Lugo para ver qué ocurría en él. En definitiva, fueron a por la suerte que no han encontrado en otras épocas. En esta ocasión la suerte se llamaba Iriome. El canario regaló un penalti que Guzmán Casaseca no desaprovechó. Con el primer tanto del pacense con el Real Valladolid, el Pucela sumaba un empate en un partido complicado en el que el rival tuvo mayores posibilidades en la segunda parte merced a una nueva expulsión pucelana. Hasta entonces, el Pucela ilusionó. Mostró unos atisbos que pueden llegar a formar parte de un equipo de cotas altas.