Hernán Pérez firma por el Espanyol tras seis meses en Valladolid. El futbolista paraguayo regresa a Primera tras confirmar la recuperación de su lesión de rodilla
• En los 16 partidos que disputó en Pucela, Hernán Pérez se ganó la admiración de todos •
El 30 de enero Braulio Vázquez ponía la guinda a su primer proyecto en el Real Valladolid y qué guinda. Tras los fichajes de Jonathan Pereira, Raúl Fernández y Túlio de Melo, el director deportivo pucelano cerraba la plantilla de Rubi con Hernán Pérez. El futbolista paraguayo aceptaba la oferta de cesión del Real Valladolid para recuperar el mejor estado físico y decir adiós a la grave lesión de rodilla vivida en Grecia. Pasados los primeros seis meses del contrato que unía al nuevo jugador del Espanyol con el Real Valladolid, la sensación es que se ha marcado del estadio José Zorrilla el último ídolo de la afición pucelana. El ‘20’ junto a Roger Martí no necesitó de muchos meses para demostrar qué tipo de futbolista es. Con su juego y su entrega, el estadio José Zorrilla se volcó con él. La unión fue tal que lo lógico era una ruptura, aquella que devolviera al futbolista a la máxima competición española.
Llegar y ser decisivo
Obviamente, cuando un futbolista de la calidad y del nombre de Hernán Pérez llega a una edición del Real Valladolid que se encuentra en Segunda división es para tener un peso y una relevancia. El paraguayo no fue menos y tras un par de semanas en las que se tuvo que ganar los minutos desde sus aportaciones desde el banquillo, la lógica se impuso y Rubi no desaprovechó el talento que poseía en el vestuario. Hecho al equipo, al vestuario y a las directrices tácticas, Hernán Pérez agarró la titularidad ante el Sporting de Gijón para no soltarla hasta que fue expulsado en Gran Canaria.
En esa primera titularidad ante los rojiblancos, el nuevo jugador periquito demostró ese potencial que le llevó a disputar un año antes una ronda de Champions League ante el Manchester United. Velocidad, desborde, fuerza, potencia y descaro. En los primeros minutos como titularidad desde su llegada al estadio José Zorrilla, el extremo diestro dejó patente que era un futbolista que jugaba a otro ritmo. Se trataba del futbolista más diferencial del Real Valladolid para el último tercio de la temporada.
En ese último tramo de la temporada el futbolista paraguayo demostró su potencial sin parones. Recuperado de ese larga lesión que le había llevado a tomar la primera parte de su unión con el Real Valladolid como un tiempo de recuperación, Hernán se mostró tal y cómo es. Los primeros seis meses de la unión Hernán-Pucela eran en Segunda división. El resto, dos años, serían reales en caso de ascenso. De esta forma y tras caer en Las Palmas, la segunda parte del contrato se anuló y el futbolista más determinante del Pucela en el tramo decisivo ha hecho las maletas al lugar donde merece, la élite del fútbol español.
Galones de líder
Pese a tener calidad, gol y actitudes futbolísticas diferentes a lo que existía en la plantilla, para irse con los elogios que se ha marcado Hernán Pérez tras sólo seis peses de estancia en Valladolid hay que añadir más atributos. El principal, el liderazgo mostrado. Ante el Sporting, cuando sólo habían pasado 28 días desde su llegada a Valladolid, el paraguayo ya mostraba hechuras de otro nivel.
Ante los asturianos asumió galones y supo tirar del carro para ganar un partido que, por aquel entonces, era fundamental. Aquella tarde no fue única. Ante el Mirandés, ante Fútbol Club Barcelona B o, incluso, ante Las Palmas en la eliminatoria de play-off. Hernán siempre asumió sus galones. Ante los amarillos consiguió el tanto del empate en Zorrilla e intentó guiar al equipo para dar un paso más en el momento fundamental. Por desgracia, ese liderazgo y esas ganas de guiar al Pucela se convirtieron en una acción que le costó la expulsión. La intención por sumar le jugó una mala pasada y se despedió del Pucela de forma prematura. Por suerte y merecimiento para su carrera, ese momento fue puntual y la trascendencia de los partidos de la promoción no habían pasados desapercibidos en Barcelona. Allí, el Espanyol ya le había tirado la caña para ganar ese punto diferencial de un jugador que posee a un ritmo de juego único.