El Real Valladolid cae (2-1) en Montilivi y cosecha su tercera derrota consecutiva. Los de Rubi no salen del túnel y aumentan las sensaciones creadas desde Ponferrada

Abel Resino quizás no es un gran entrenador. Tampoco es un tipo con buena prensa. Eso sí, es un preparador muy inteligente. En el fútbol profesional, ser inteligente no es más que se lógico. Ese formato consecuente lleva al entrenador toledano a acumular éxitos en su carrera en los banquillos. Sus éxitos no son de nivel mundial, es cierto, pero permanencias casi imposibles, una clasificación Champions casi heroica y resucitar a un muerto de las dimensiones del Real Valladolid que recibió en 2010 le hacen ser una voz que, como poco, debe ser atendida. Hablando del actual entrenador del Granada, al Real Valladolid le urge acometer medidas como las que él hizo cuando fue blanquivioleta. Rubi debe resucitar su proyecto. Ahora está muerto, como lo estuvo el de Abel Resino poco antes de dar con la tecla del éxito.
Tras la tercera derrota consecutiva, da igual cómo hacer ese cambio, incluso, con quién hacerlo. Lo que está claro es que los resultados deben volver. El Real Valladolid no se puede permitir una racha así y, mucho menos, en Segunda división. Con esta trágica racha de resultados, el Pucela se juega mucho en el próximo mes y o Rubi busca el éxito por encima de los métodos, el estilo y el balón o su proyecto terminará prematuramente.
La derrota en Girona, más allá del resultado, es la prolongación de todas esas tristes sensaciones que el equipo ha dejado en las últimas semanas y, sobre todo, desde su visita a Ponferrada. La versión blanquivioleta que se vio en Montilivi fue la de un grupo con poca fortaleza, muchas imprecisiones, escasa personalidad y, lo más preocupante, nada de juego. El equipo parecía no estar trabajado ni diseñado para esta exigente competición. Esa debilidad parece una base clara. Desde fuera del terreno de juego se aprecia un equipo sin alma y que no cree en lo que hace. Lo distancia entre lo que propone el cuerpo técnico y lo que ejecuta el equipo es abismal. Esa grieta se está abriendo en exceso y Rubi debe atajarla o su proyecto, morirá.
Sólo de penalti
La situación es muy preocupante. El equipo no consigue resultados pero, lo peor de todo, es que no ve el final del túnel. La caída parece no tener fin. El Real Valladolid no transmite nada en el momento más decisivo de la temporada. Es cierto que lleva sin hacerlo desde hace mucho tiempo y ahora que los resultados son esquivos, los problemas, las debilidades y las carencias, crecen. En Montilivi no fue menos y los de Rubi mostraron una cara peor de la de las últimas semana y ya, ni las individualidades ofensivas existen.
Jonathan Pereira no supo definir la ocasión más clara del partido. Su error pudo ser decisivo porque en él pudo estar la reacción pucelana. Pudo serlo porque lo cierto es que tras el gol de Túlio de Melo, los de Rubi vivieron los mejores momentos del partido. El brasileño no acertaba en la opción del doblete y, más tarde, la pólvora ofensiva del banquillo estaba mojada. Ni Roger Martí ni Óscar González supieron rentabilizar sus opciones. Con ellos sobre el campo, incluso con Jeffren Suárez en el césped, el retroceso de este Real Valladolid es tal que ni el acierto goleador le salvaba de un nuevo fracaso.
Cuando el equipo debía dar un golpe sobre la mesa y olvidar las dos derrotas consecutivas, el bagaje ofensivo fue nulo. Más si se analiza qué recursos tiene el equipo. En Montilivi, ante un equipo que lucha por el mismo objetivo, el Real Valladolid sólo supo anotar desde los once metros. Un bagaje tan escalofriante como la racha que el equipo viene firmando desde que en Ponferrada se viajó para vivir un día que todos soñaban con que marcaría el futuro pero que nunca esperaban que fuera en esta dinámica.
Fallos propios
El buen inicio del Girona y su prolongación durante los primeros 30 minutos era merecedor de ir ganando al descanso pero el claro penalti sobre Hernán Pérez le robaba méritos. La calidad individual del paraguayo por un momento, quizás el único del partido, fue decisiva y el equipo lo agradeció. Así, el Real Valladolid terminaba bien los primeros 45 minutos. Con la inercia de un buen final, Rubi esperaba que el equipo supiera competir en la segunda parte. Con el aceptable buen hacer del último tramo y las correcciones del vestuario, el equipo debería ganar pero no fue así. Sus propios errores le matarían, como el propio entrenador confirmaba tras el partido.
“Los jugadores tiene que sentirse un poco dolidos hoy por cómo nos han marcado los dos goles”. El entrenador aseguraba que el equipo sabía que esas jugadas podían pasar y no habían sabido hacerles frente. Así se confirmaba que en Girona han sido fallos propios los que han matado al Real Valladolid. Un Pucela flojo, es verdad, pero que sigue sin demostrar un trabajo detrás pierde el partido por sus errores. Antes de los golazos catalanes hay fallos pucelanos. Errores de bulto que son realistas y nunca prepotentes. Para mejorar, el equipo debe mirar por qué Aday entra con facilidad en el área y por qué Eloi está libre de marca en su remate. Buscando minimizar esos errores estará el crecimiento sobre esta tercera derrota consecutiva.
Rubi está nervioso
Sin puntuar en tres semanas, tras perder la base del equipo, la fortaleza en el José Zorrilla, y sumar ocho derrotas fuera de Valladolid, Rubi comienza a estar nervioso. Parece que se le acaban las ideas, parece que pierde el vestuario y da la impresión de que el grupo no cree en él. No llega a ser una situación como la de Antonio Gómez en 2010 pero es cierto que este Real Valladolid no es el que quiere el preparador. El grupo no ejecuta sus ideas y el equipo no muestra personalidad.

El Real Valladolid parece estar muerto y el equipo debe dar un golpe sobre la mesa. Debe hacerlo ya, sin esperar más semanas y buscando una reacción interna. El club vuelve a jugarse mucho. Tras salir recientemente de una Ley Concursa el paso por Segunda debe ser efímero. Mucho tiempo en este fuego debilita la supervivencia. Desde ya el equipo debe evitar ese sufrimiento. Para evitar el nerviosismo reciente, la grieta que es actualmente este equipo se debe parar. Si aumenta, el proyecto morirá, Rubi se marchará y el equipo tendrá que ser reformado de principio a fin. Todo parece muy lejano en el tiempo pero, a su vez, está muy cerca. El encuentro ante el Mirandés puede ser determinante, casi tanto como parecía que iba a ser la visita a Ponferrada y como, tristemente, está siendo para los intereses blanquivioletas.