El Real Valladolid cae derrotado (0-1) ante el Albacete después de encajar un gol a los 50 segundos de partido. Los de Rubi no mostraron personalidad para remontar
Tristemente, la categoría de plata está muy vista y vivida en el entorno del Real Valladolid. Por ello, se conocen en profundidad sus entresijos. Se sabe que es muy larga, que los partidos en casa son vitales para el objetivo, que existen duelos directos desde la primera jornada y que, posiblemente, la media inglesa de ganar en casa y empatar fuera, no es suficiente. Para querer estar arriba, se necesita de una gran fortaleza para luchar tanto de local como de visitante. Ese conocimiento que el club tiene sobre la categoría es compartido por el entrenador. Rubi sabe cómo es esta categoría y lleva trabajando desde el mes de julio para darle al equipo la consistencia necesaria para sobrellevar los malos momentos que aparecen en un campeonato con más de 40 jornadas.
Tanto tiempo en Segunda es suficiente para que todo blanquivioleta la conozca y sepa que, como decía Abel Resino, “en esta categoría lo más importante es saber gestionar la crisis”. Con tantas jornadas y esta rivalidad tan extrema que existe, es inevitable que todos los equipos sufran un bache de resultados en la temporada. Ahora, le está tocando al Real Valladolid y no está mostrando seguridad ni capacidad de reacción. Los de Rubi han caído en casa ante el Albacete y parecen haber llevado sus problemas como visitantes al estadio José Zorrilla. Si en Tenerife, Sevilla y Ponferrada los blanquivioleta no mostraron fuerza de cara a puerta, ante el Albacete, más de lo mismo.
Javi Varas encajaba un gol cuando no habían transcurrido ni 60 segundos desde el pitido inicial. Teóricamente, pese a que parecía que el equipo ya comenzaba perdiendo el partido, quedaba mucho tiempo para darle la vuelta al marcador. En ese tiempo, es dónde está el mayor problema pucelano en el partido. Durante todo el encuentro, los pucelanos no consiguieron romper la portería manchega y revivieron las penas de sus últimas tres salidas. Sin anotar, se demuestra que durante una tendencia negativa, todo es capaz de empeorar. Antes del encuentro, el Real Valladolid se basaba en su fortaleza como local para seguir soñando con el ascenso directo. Tras él, quedan pocas esperanzas en el futuro a corto plazo del equipo. Su realidad actual, sin mantener seguridad y fiabilidad en el estadio José Zorrilla, es dura. Demasiado dura y difícil de digerir.
Mucha teoría pero poca acción
Cuando recibes un gol al poco de saltar al terreno de juego, te han tocado la moral. El equipo que lo recibe debe dar una respuesta y, en ciertos movimientos, debe cambiar su planteamiento. El encuentro no ha comenzado como se esperaba y se necesita un cambio para ver mejorado lo que, evidentemente, ha fallado. Quizás una sustitución en los primeros 15 ó 20 minutos es excesiva para la imagen del jugador señalado o para el peso del entrenador dentro del vestuario pero una variación en el dibujo resulta obligatoria para dar un cambio total al partido. Un gol ya no es suficiente. El equipo necesitaba más pero nunca lo encontró.
Los cambios llegaron tarde y el equipo, salvo en los últimos minutos del primer tiempo, cuando sí llegó al área rival y puso en aprietos a Doronsoro, necesitaba permutas que borraran del estadio José Zorrilla esa sensación de previsibles que estaban dejando todos los movimientos vallisoletanos. El equipo tenía mecanizado el movimiento. Balón a los centrales, llegada de uno de los dos centrocampistas y salida por banda con la llegada de uno de los laterales. El Real Valladolid sabía la teoría pero el Albacete también. Los manchegos cubrían los pasillos interiores del rival y sólo les dejaban hacer los movimientos que ellos querían que hicieran.
Con esta idea, el encuentro estuvo dominado por el Albacete en cuanto a peligro en un área y en otra. Los manchegos fueron superiores en una zona del campo y en otra. Regalaron la posesión al Real Valladolid pero para que la tuviera en zonas inofensivas para sus intereses. La teoría en algunos movimientos estaba ganada por los de Rubi pero cuando se les pedía un punto más de efectividad, perdían. No estaban capacitados para dar un paso más. Ahí se localizaban los problemas que el equipo muestra fuera de casa.
Un revolucionario cambio de estrategia
Por desgracia, en las ruedas de prensa que los entrenadores ofrecen tras los partidos se habla poco de fútbol. Las cuestiones suelen ir más enfocadas a aspectos personales y detallados que a un buen análisis sobre el encuentro y los detalles tácticos que éste deja. Tras la derrota ante el Albacete, en esta ocasión sí, Rubi mostró qué buscaba durante el partido y cómo explicaba ese revolucionario cambio de estrategia que creo entre los minutos 56 y 68 cuando Brian Oliván, Túlio de Melo y Óscar Díaz entraron sobre el terreno de juego.
La entrada de dos delanteros y la retirada de los dos extremos sorprendieron en el estadio José Zorrilla al ver cómo Rubi eliminaba a dos de los jugadores principales para suministrar balones. El técnico catalán explicaba su idea de una forma concisa y consecuente. Sin basarse en el resultado que, evidentemente, no tuvo sobre el marcador, la estrategia pucelana es buena. Sin actores principales de banda y sin efectividad en la salida de balón jugada, el equipo pasaba, por fin, al plan B que el encuentro pedía desde el segundo 50. Con más mordiente en la línea más ofensiva del equipo, Rubi se basaba para intentar no encajar la segunda derrota consecutiva.
Sin fortaleza en Zorrilla
Perdido el encuentro, más allá de sumar la segunda derrota consecutiva, la tristeza llega por ver cómo el equipo ya no es fiable al 100% en su estadio. Tras haber perdido sólo ante la Unión Deportiva Las Palmas, el estadio pucelano era la base de este equipo. Tristemente, esa fortaleza ya ha caído y el proyecto se tambalea como nunca lo ha hecho. Antes la base era la media inglesa, después los tres puntos de Zorrilla y ahora, nadie sabe dónde estará la idea principal de un equipo que parece saber qué quiere pero al que le está costando horrores llevarlo a la práctica. Actualmente, el Real Valladolid es un equipo incapaz de superar un golpe durante 90 minutos y, como tal, no merece ningún premio. Así es justo afirmar que el Albacete mereció llevarse los tres puntos de su visita a Pucela.