El Real Valladolid se encuentra en un momento en el que no transmite como en otras fases del año. El grupo parece carecer de intensidad y, por qué no decirlo, de ilusión
[quote style=»3″] Pienso que tendremos más trabajo psicológico con la gente que ya ha subido al equipo y que tiene que ayudarnos a ahora a volver a ascender que con aquellos que hayan bajado este año.
Rubi en su presentación como entrenador del Real Valladolid (4 de junio de 2014) [/quote]
“Ésta es mi percepción. Luego veremos si es así realmente”. Rubi matizaba durante su presentación como entrenador del Real Valladolid unas de las declaraciones más importantes de su primera comparecencia vallisoletana. Acertara o no durante la campaña, lo que estaba claro es que el preparador catalán tenía claro cuáles eran los puntos que tenía que tratar desde su llegada hace ya más de nueve meses. Pese a tener muy claro esos objetivos, por el hecho de atacarlos no se cumplirían. Rubi sabía que el trabajo iba a ser arduo y que no dependía sólo de él. El grupo tendría que responder y algunos futbolistas determinados, más. Habría momentos duros y de muchas dudas. La competición es exigente y siempre está pidiendo el máximo de todos los integrantes del proyecto. En junio, Rubi tenía claro que quería la máxima ilusión y las ganas más altas “para remar” del sector más experimentado del club y ahora es el momento de demostrarlo.
Él les daría un puesto relevante en el equipo. Tendrían minutos pero, a cambio, les pedía una compensación durante todo el año. En ese momento comenzaba “la negociación”, que dice Phil Jackson, histórico entrenador de baloncesto. Entre un entrenador y un jugador siempre hay distancia pero los dos saben que uno sin el otro no puede triunfar. El entrenador necesita el respeto del jugador y el futbolista la confianza del preparador. Sin esa unión, el éxito se aleja. Para evitar que esa distancia pueda con las opciones del triunfo final, la negociación no es única en el inicio del proyecto. Con el avance de la temporada, se producen nuevas fases. Quizás una de estas nuevas ‘reuniones’ se produce sobre el césped, como el pasado lunes entre Óscar González y Rubi.
Negociación sobre el campo
Semanalmente, este Real Valladolid realiza entre tres y cuatro sesiones de trabajo a puerta cerrada. Por ello, es obvio que Rubi quería transmitir al entorno pucelano con esa negociación, por llamarlo de una forma concreta, que se produjo con Óscar. Qué quería vender a la afición y a los periodistas ya es desconocido. Además, hace pocas semanas, tras la derrota (4-0) en Sevilla exactamente, fue Carlos Peña, otro peso pesado del vestuario, el que se reunió con el míster sobre el césped de los anexos. Existe intención en esas charlas. Privada y pública.
No es casual, ni mucho menos, que tras derrotas importantes sean dos de los jugadores con mayor historia pucelana del equipo los que tenga una charla con Rubi. El preparador, conocedor de la categoría, sabe que el equipo está tocado. Las tres derrotas consecutivas fuera del estadio José Zorrilla pero, sobre todo, la imagen mostrada le deja en mal lugar a todo el equipo. Rubi ha visto que no es intocable y que la “grandeza” del Real Valladolid a la que tanto hacía mención en su presentación, también puede ser negativa.
Posiblemente, ésta sea la primera ocasión durante toda esta temporada en la que el catalán ha notado presión y críticas. Pese a que la situación del equipo no es mala, el peso de la institución, se nota. Al ser una situación compleja, la negociación con Óscar resultaba obligatoria. El ‘10’ es vital para el equipo y para el juego del cuerpo técnico. El salmantino es uno de esos jugadores que debe estar contento. Es uno de los futbolistas a los que un entrenador mima y debe hacerlo. Por algo es el máximo goleador del equipo y uno de los jugadores más perseguidos de la categoría. En él, hay un diamante. Una joya que pulir, que tener contenta y en la que mantener siempre la ilusión. Sin ella. Óscar puede ser un futbolista vulgar y ‘Mágico’ siempre se ha caracterizado por no ser como el resto. Es diferente. Para lo bueno y lo malo. Rubi lo sabe y, por ello, negocia con él.
¿Faltos de ilusión?
“Debemos trabajar psicológicamente”, afirmaba Rubi en su presentación como entrenador. Cuando un entrenador añade el término “piscología” es porque busca una motivación y porque detecta una posible falta de ilusión o hambre en sus jugadores. Aquí Rubi estuvo listo. Veía que a Carlos Peña, Marc Valiente, Jesús Rueda, Óscar González o Álvaro Rubio quizás les iba a faltar ambición o intensidad en algunos momentos de la campaña. No por falta de profesionalidad ni de actitud, ni mucho menos, sino por el hecho de pelear por algo que ellos ya han conseguido y por un objetivo por el que ya han sufrido, peleado y apostado.
Curiosamente, por fútbol, sensaciones o, quizás, por la confianza que existe con esos jugadores que uno ha visto en más ocasiones, cuatro de los cinco jugadores que vivieron el ascenso de 2012 son los más señalados tras la derrota de Ponferrada. Salvo Álvaro Rubio, que no disputó ningún minuto en El Toralín, el resto notan la presión y las críticas. Personalmente, dudar de ellos es más injusto que hacerlo de cualquier otro. Ellos no habrán tenido falta de actitud. Jamás. No la tuvieron cuando el club no cumplía con sus pagos pero ellos sí seguían peleando por mantener viva la institución, no la van a tener ahora. Dudar de su compromiso, no es justo. Dudar de su ilusión, ambición y ganas, sí que es lógico. Un profesional como Rubi, lo hizo desde el primer día. Lo hizo porque la lógica del fútbol le obliga, no porque aquellos que han perdido dinero y opciones de mejorar por seguir siendo blanquivioletas lo merezcan. El fútbol es un tremendo devorador y el Real Valladolid no puede escapar de ese hambre. Le gustaría porque si alguien lo merece son aquellos héroes del 2012. Para ellos sí debe existir memoria en este bendito deporte o, al menos, en este amado club.