El Real Valladolid no aparece futbolísticamente en Sevilla y es vapuleado por el Real Betis (4-0). Los pucelanos intentaron copiar el plan ante el Sporting sin resultado

Tras la importante victoria ante el Sporting de Gijón de hace sólo ocho días, el Real Valladolid llegaba al Benito Villamarín en puestos de ascenso directo. Estar colocado en segunda posición le hacía llegar al campo más imponente de la categoría con la seguridad de hacer un buen partido y dar el golpe definitivo a su candidatura para el ascenso. Repitiendo el esquema de la goleada (3-0) ante los asturianos, Rubi hacía saltar a los pucelanos con un equipo liderado por la presencia de tres centrocampistas. Salvo por la entrada de Jonathan Pereira por Óscar Díaz, el resto de la formación era la misma de la última jornada. El resultado resultaría muy diferente. Totalmente opuesto en juego, sensaciones y marcador.
Con la entrada de Pereira en el ataque, el Real Valladolid ganaba en presencia ofensiva. El equipo se veía mejorado pero esa percepción nunca se vería demostrada en el campo. En el Benito Villamarín quedaba patente que no siempre colocar a los mejores jugadores ofensivos da resultado. Ni tan siquiera en el ámbito ofensivo. Para poder atacar se exige de un equilibrio que no se encontró en Sevilla. No se vio la superioridad que se apreció ante el Sporting porque, pese a la idéntica formación, la idea era muy diferente. Si ante los asturianos la propuesta era la de dominar el partido, ante los andaluces, la formación parecía estar dispuesta para vivir a merced del rival durante todo el partido y esperar a que los tres jugadores más ofensivos tuvieran opciones de desequilibrar el partido.
Con esta idea miedosa y excesivamente cautelosa del Real Valladolid, el Real Betis se encontraba cómodo. Era dominador del partido y con una intensidad media dominaba el partido. Sin una exigencia muy alta, los locales sabían que tenían el partido a su favor. Si el encuentro exigía una marcha más, la meterían, como así fue. Pese a que al descanso ya se fueron ganando, cuando Pepe Mel y los suyos vieron al rival en inferioridad fueron a hacer sangre. Vieron en el Real Valladolid al rival perfecto para cerrar la mala semana vivida y una opción inmejorable de seguir atrayendo a una afición exigente y que no encuentra muchos motivos alrededor del equipo para estar a su lado. Tristemente, el Real Valladolid se los ha dado y los verdiblancos pueden haber cogido carrerilla. Con el apoyo incondicional de los suyos, son tan temibles como grandes favoritos para el ascenso directo.
Una propuesta estéril
“La semana vivida en Sevilla nos obligará a salir concentrados”, avisaba Rubi en la previa del partido. La presión y la intensidad que impondrían los locales sería alta y los visitantes no podían darles metros. Ante la oportunidad, aprovecharían sus opciones y encerrarían a los de Rubi en el área de Javi Varas. No había duda de que la presión era local pero el Real Valladolid no supo aprovechar este detalle y él fue el perjudicado por la exigencia del partido. Los pucelanos no supieron jugar con la presión del rival y éste sí supo jugar con él.
[pullquote align=»right»] El análisis al planteamiento de Rubi en Sevilla ¡AQUÍ! [/pullquote]
Dicen que para mandar en el partido, el equipo que quiera ser superior debe hacer la primera falta, recibir la primera amarilla y hacer el primer disparo a puerta. Desde el inicio y en todos los ámbitos se debe demostrar mucha mayor presencia e intensidad que el rival. Bajo esta premisa, el Real Betis superaba al Real Valladolid en todas las facetas del juego. Tal era la superioridad que al descanso se llegaba con una posesión local superior al 60% y con un número total de pérdidas por parte del Real Valladolid superior a 30. Estadísticas que reflejaban cómo estaba jugando el Pucela y cómo de grande era la superioridad.
Con estos datos, lo menos trágico era el resultado. Tras 45 minutos, los locales sólo habían conseguido hacer un gol. Un golazo, es verdad, pero sólo un tanto firmado por Jorge Molina distanciaba a los sevillanos de unos vallisoletanos eternamente inferiores y con muy pocas opciones de mejorar. La tendencia era tan negativa tras 45 minutos que mucho tendría que cambiar para ver un partido atractivo para los intereses pucelanos.
Sin mejora tras el descanso
En el descanso, sin Rubi en el vestuario al cumplir su segundo encuentro de suspensión, los pucelanos decidieron no cambiar fichas. La permuta más necesaria era la mental, aquella que estaba haciendo que el Real Valladolid viviera en su campo acomplejado y asustado. Pese a no tener ningún motivo para creerse en un segundo plano, la realidad es que el Pucela se encontraba miedoso y que ésta era una percepción que no cambiaría en los 90 minutos. Ni la charla del descanso ni las permutas hicieron ver una mejora en el juego. El partido no era el mejor y sólo quedaba afrontar la mala imagen dada.

Lucas Alcaraz hizo suya hace unas pocas semanas una reflexión que Javier Aguirre realizaba hace ya unas cuantas temporadas. Cuando el mexicano entrenaba al Real Zaragoza comentó que “los malos días nunca se eligen”. El actual entrenador del Levante amplió la reflexión para afirmar que todo sirve. Un mal día no debe ser olvidado. Debe ser analizado y afrontado por todos. Desde Rubi hasta Jeffren Suárez, que sólo disputo siete minutos, deben analizar lo ocurrido para darse cuenta que lo conseguido anteriormente, por muy grande que sea, no vale cuando una o varias semanas después el árbitro da el inicio a un nuevo encuentro.
Rubén Castro se despereza
El partido blanquivioleta no estaba siendo bueno. Más bien desastroso. Antes del descanso, después de él y hasta el final del encuentro. El Real Valladolid no estaba. No se encontraba como, seguramente, tampoco lo había hecho Rubén Castro en las últimas semanas. El canario no se encuentra en su mejor momento. Temas extradeportivos le tienen tocado. Eso sí, como afirmaba Rubi, éste es un futbolista del que nadie se puede fiar. Necesita poco para hacer un gol y tan sólo tres metros para firmar un triplete como el que ha firmado ante el Real Valladolid.
El ya veterano futbolista ha conseguido cerrar todo lo vivido en las últimas semanas con un sublime acierto goleador sobre la portería blanquivioleta. Resulta complicado creer en las fábulas sobre equipos llamados ‘aspirinas’ pero el Real Valladolid se está superando durante esta temporada en su afán de colaborar con rivales. Tenerife y Leganés ya lo saben y, ahora, parece ser el momento del Real Betis y de Rubén Castro. Ambos no vivían su mejor momento antes del Real Valladolid pero tras una goleada de esta magnitud, la esperanza crece. El perjudicado, el Real Valladolid. Una vez más.