El Real Valladolid vuelve a su peor versión al perder (2-0) en Tenerife. Los pucelanos compitieron durante 60 minutos en inferioridad por la expulsión de Jonathan Pereira
Con el clima que se había creado en elentorno tinerfeño para la visita del Real Valladolid, la sensación blanquivioleta era similar a la de los duelos ante Leganés o Llagostera. El equipo canario afrontaba el encuentro tras ocho partidos sin ganar, con un entrenador recién llegado y con una afición molesta y preocupada por la situación del equipo. En definitiva, todo lo que rodeaba el encuentro hacía pensar que el equipo de Rubi debía plantear el encuentro de una forma en la que se demostrara que había aprendido de los errores. Las derrotas en duelos de circunstancias similares no debían ser un enemigo a la hora de competir, sino todo lo contrario. La memoria debía ser un aliado para saber leer el partido y afrontarlo con inteligencia.
Tristemente, ese punto de madurez y sabe estar que se le debe exigir a un equipo con un objetivo tan ambicioso como el ascenso, no se vería en Tenerife. El equipo blanquivioleta no supo manejar sus cartas y estuvo preso durante todo el encuentro de la presión de un rival con un objetivo menos ambicioso pero más exigente aún si cabe.
El Tenerife muy seguro de sus movimientos y de su planteamiento leyó el partido y todo lo que éste pedía. Supo adelantar las líneas cuando se exigía y mantener su campo bien cerrado cuando parecía que el rival ganaba metros. La presión local fue tan alta que en un alto porcentaje, el movimiento más decisivo del partido fue trabajo suyo. La expulsión de Jonathan Pereira en el minuto 29 resultaba vital para el devenir del partido. Los pucelanos debían afrontar una hora de juego en inferioridad ante un rival que se frotaba las manos. Gran parte de su trabajo estaba hecho. Desde ese instante sólo quedaba llegar a la meta de Javi Varas, éxito que Agné tenía claro que se produciría con el paso de los minutos. Como así fue ya que sus disparos desde el área se contaron hasta en ocho ocasiones. Los pucelanos, por su parte, no consiguieron estrenarse.
El detalle del partido
Fue el propio Raúl Agné el que hace unas temporadas confió en Rubi para su proyecto en Girona. El míster aragonés contrató al actual preparador blanquivioleta. De esta forma se podía asegurar que en el Heliodoro Rodríguez López se produjo un duelo entre maestro y pupilo. Finalmente, el ganador de este reto entre amigos lo solventó el aragonés. Por los tres puntos, el planteamiento realizado y el hecho de no temer por la victoria desde el minuto 60 ni por el empate en ningún momento del encuentro.
Agné supo cómo plantear el encuentro y, a su vez, se supo aprovechar del detalle que marcaría el partido. En el minuto 29 Jonathan Pereira fue expulsado por doble amarilla y ahí murió el partido para el Real Valladolid. El delantero vigués, nervioso, presionado y exicitado, no supo manejar el error de la primera amonestación y a los pocos segundos vivió la segunda y su expulsión.
Sin el ‘24’ sobre el terreno de juego, el encuentro se antojaba como un sueño para el Real Valladolid. La ilusión no se perdía pero el encuentro se asemejaba a una pesadilla. Las sensaciones de los primeros 30 minutos no dejaban un ápice de ilusión para la siguiente hora. Con Pereira o sin él, el Real Valladolid había formado uno de esos partidos que tan funesto recuerdo habían dejado en la primera vuelta pero que parecían ser ya sólo pasado. Tristemente la realidad pucelana es otra y su montaña rusa sigue encendida. El Pucela sigue siendo un equipo de dos caras. Dos estilos tan diferenciados como peligrosos para encontrar la regularidad necesaria y exigida para el objetivo del ascenso.
Derrota en todos los duelos
El Real Valladolid fue superado en todas las fases del partido. En la necesidad de ser lo más justo posible, el análisis debe ser igual antes de la expulsión que después. Evidentemente, la pérdida de un activo siempre es importante y más de una calidad ofensiva como la del vigués pero el Real Valladolid ya estaba siendo peor antes de la inferioridad. Nunca se sabrá qué hubiera pasado de no ver Jonathan Pereira las dos amonestaciones consecutivas y si el Real Valladolid hubiera llevado el duelo a su terreno pero la realidad es que los locales ganaron en todos los duelos a los visitantes.
Desde la posesión del balón, donde los de Agné se impusieron por un mínimo porcentaje, todas las estadísticas favorecieron a los locales. Con ese punto de mayor posesión, los canarios lanzaron el doble de saques de esquina y dispararon a puerta casi tres veces más que los pucelanos. Así, además de por los goles, los locales hicieron muchos más méritos para los tres puntos. Sus acercamientos al área pucelana fueron infinitamente superiores a los del equipo de Rubi. Es más, en esta faceta los pucelanos se marcharon como llegaron. En 90 minutos de juego, un equipo que busca el ascenso directo fue incapaz de disparar entre los tres palos desde dentro del área. Una estadística tan preocupante como válida para el resumen del encuentro blanquivioleta.
Sin opción de liderato
Con la derrota, además de generar nuevamente el miedo a las salidas pucelanas, el Real Valladolid pierde la opción de aprovechar el tropiezo de la Unión Deportiva Las Palmas y asaltar el liderato. Sin cosechar puntos en la isla, la confianza de afrontar los dos siguientes duelos desde el punto más alto de la categoría se esfuma. Enfrentarse al Sporting de Gijón y al Real Betis con la moral que regala ser el mejor equipo de la categoría se perdía con la baja intensidad del juego pucelano y la expulsión prematura de Jonathan Pereira.
Por fortuna para este Real Valladolid, el fútbol está repleto de nuevas oportunidades. En todas esas opciones que regala este deporte el pasado reciente importante poco. Así, en los vitales duelos ante asturianos y andaluces, el Real Valladolid no tendrá que vivir de lo realizado ante el Tenerife. Por suerte, lo demostrado en el Heliodoro Rodríguez López se queda en la isla y en la pérdida de ser líder de la categoría. Parece poco pero sólo lo parece.