Un Real Valladolid nervioso y presionado por la victoria, empata (0-0) ante el Lugo. Los de Rubi se mostraron precipitados y con una tensión excesiva para la jornada 23

Había ganado Las Palmas al Mallorca, se imponía el Girona al Alcorcón, el Sporting no había fallado en Ponferrada y el Real Betis había sumada un punto en Soria. Todos los rivales que, actualmente, tiene el Real Valladolid por los dos primeros puestos de la clasificación no habían fallado en sus respectivos partidos de la jornada 23, la segunda de la segunda vuelta, y parecía que el Real Valladolid no podía hacerlo. Así, desde el inicio del encuentro se mascaba la tensión en el estadio José Zorrilla. La obligación de ganar se notaba muy alta en el entorno del equipo. No imponerse al Lugo, equipo de la zona baja pero que dominó a los de Rubi en la primera vuelta, parecía un fracaso. Un análisis equivocado y, sobre todo, muy prematuro para las fechas en las que estamos.
Los jugadores sabían los resultados antes de comenzar el partido y, por dicho motivo, seguramente salieron tensionados al césped. “Ganar, ganar y ganar”, que diría Luis Aragonés, parecía la receta pero estas eran unas pautas contraproducentes. El estilo de juego del Real Valladolid exige de mucha paciencia para dar circulación y velocidad al juego, sangre fría para buscar los espacios y templanza para no perder el control del partido y dejar espacios que el rival pueda aprovechar. Nada de ello se consigue con tensión, como ha jugado el Pucela.
Perdiendo la perspectiva del juego blanquivioleta, el partido no estaría nunca de cara para los intereses locales. Un ritmo frenético de ida y vuelta no ayuda a este Real Valladolid y menos cuando Johan Mojica no está entonado. Los rivales ya han visualizado cómo juega el futbolista colombiano y tapan esa salida de balón. Si al marcaje sobre el ‘3’ se suma la presencia de un centro del campo rival muy insistente en no dejar bascular al Pucela sobre la banda izquierda, el partido se complica mucho más de lo esperado. El Real Valladolid es, sin género de dudas, un equipo a batir en la categoría. Por nombre, juego y jugadores, nadie afronta el duelo ante los pucelanos como uno más. Luchar ante los de Rubi, el Real Betis o Las Palmas está marcado en el calendario de la categoría. Que los rivales marquen estas fechas suma presión y exigencia a los equipos punteros. Si ellos se suman más, el objetivo del partido se complica. Tranquilidad y paciencia son los mejores medicamentos para superar esa tensión del ascenso y que, ante el Lugo, se aumentó desmesuradamente.
Encerrando al Lugo
Con el paso de los minutos y al ver que el marcador no se iba a mover, el Real Valladolid comenzaba a multiplicar esa tensión. Durante la primera parte, el juego, dentro de una espesura clara, no estaba siendo malo. Los blanquivioletas llegaban al marco rival y lo hacían sin excesiva claridad sobre sus movimientos pero con intención. Más corazón que cabeza pero con llegadas, al fin y al cabo.
El dominio era pucelano. Lolo, ex blanquivioleta, era el único que colocaba algo de movimiento al juego de un Lugo muy fallón. Los de Quique Setién, un equipo con muy bien prensa y valoración, no conseguían crear su juego. Fallos en la salida de balón que Jonathan Pereira y Óscar González no aprovechaban. Lejos de mejorar, los gallegos se dejaban encerrar por un mal manejo del esférico que los de Rubi no aprovecharon. Cuando el rival peor lo pasaba, el Real Valladolid no adelantaba líneas para aprovechar ese nerviosismo visitante. El Club Deportivo Lugo, un equipo acostumbrado a dominar el esférico con buenas posesiones, no supo controlar su juego en los primeros 60 minutos de Zorrilla. No lo pudo hacer porque encerrado en su propio campo, nada era posible.
Tensión que aprovecha el Lugo
Llegado el descanso e iniciada la segunda mitad, el Club Deportivo Lugo debía adelantar líneas. El partido se le iba a hacer muy largo si el dominio seguía siendo totalmente blanquivioleta. El Real Valladolid no estaba acertado de cara a puerta pero con las opciones que le estaba regalando, tarde o temprano llegaría el gol local.
Leyendo magníficamente su juego y qué necesitaba su equipo, Quique Setién dio un cambio. La personalidad que posee para manejar un vestuario es alta. La confianza de los jugadores sobre él es insuperable y moviendo dos teclas, el Lugo dio un salto. Jugando con un rival que se exigía y presionaba en exceso, los visitantes cambiaron las tornas. Seguían queriendo el balón pero, ahora, de una forma más profunda. Movimientos rápidos, concretos y con mucha velocidad eran la receta del cambio de un Lugo que, triste y superado en una larga fase del partido, acabaría superando al Real Valladolid.

Los pucelanos se bloqueaban. Aparecían gestos de impotencia que derivaban en egoísmos a la hora de decidir. La tranquilidad y la confianza del duelo de Mallorca no estaban. Había que ganar como fuera y los de Rubi no supieron digerir esa exigencia. No saben hacerlo. Su fútbol no vive de ello y cerca estuvieron de pagarlo. Pese a un gol anulado correctamente a Marc Valiente y una sublime ocasión de Óscar González, los visitantes pondrían en aprietos al estadio José Zorrilla. Ellos no habían dicho su última palabra. Había tiempo para sustos.
Ganar más que el rival
El Club Deportivo Lugo, superado y encerrado en su propio campo durante casi una hora de juego, no tenía nada que perder en su visita a Valladolid. Así, vieron una vía y fueron a por ella. Los espacios a la espalda de los laterales pucelanos era su opción para dar sorpresa. Lolo, Ferreiro o Toni buscarían esos huecos de un rival desesperado por conseguir un gol. En esos momentos de nerviosismo, el equipo que tiene más claro su juego, gana la batalla. Aquel se impone para llevarse los tres puntos o consigue un reparto de puntos que le interesa más. En definitiva, gana más que el rival que no es, ni más ni menos, que el objetivo del fútbol.
Finalmente, gracias a ese cambio de mentalidad del Lugo y a la exigente presión con la que el Real Valladolid afrontaba la última media hora de juego, el reparto de puntos se consumó en el estadio José Zorrilla. El Lugo ganó más que el Pucela. Los gallegos se fueron más contentos que los pucelanos y todo porque supieron manejar mejor sus bazas. El equipo de Rubi, nervioso y angustiado, jugó con una presión excesiva para estar sólo en el mes de febrero. Con cuatro meses aún de competición, nunca se gana un objetivo. En estas fechas, el equipo debe seguir creciendo y más tras cuatro fichajes invernales.
