Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite
El sueño de la salvación ha terminado. Ya no hay más oportunidades, más opciones ni más partidos. Lo único que hay ahora es tiempo para asignar responsabilidades

Se acabó. El Real Valladolid está en Segunda División. Aunque aún no lo he terminado de asimilar, el hecho de que nuestro club no jugará la temporada que viene en los mejores campos de España, es lo único que sabemos a día de hoy a ciencia cierta. Ya no hay otra oportunidad, ya no tenemos otro partido el próximo fin de semana en el que tratar de arreglar todos los desastres que hemos ido encadenando jornada a jornada. Y tras asimilar, aunque duela, que el descenso es un hecho, lo primero que debemos hacer es tratar de asignar responsabilidades.
En casos como éste creo que la máxima responsabilidad, casi siempre, recae en la persona que se encuentra en lo más alto del organigrama del club. Y ese no es otro que el presidente y dueño, Carlos Suárez. De él han sido, en última instancia, las decisiones de que Juan Ignacio Martínez, del que luego hablaré, fuera el capitán del barco y de la plantilla con la que hemos afrontado esta horrible temporada. Precisamente en este último aspecto también me acuerdo de Marcos, el encargado de la dirección deportiva y que, si la temporada pasada acertó con los fichajes, todo lo contrario ha sucedido esta vez, en la que prácticamente ninguno de los refuerzos ha dado resultado, confeccionando una plantilla totalmente descompensada sin, por ejemplo, un central suplente de garantías hasta la llegada de Mitrovic.
Juan Ignacio perdido
Volviendo al entrenador, nunca he visto a Juan Ignacio capaz de sacar todo el jugo posible a su plantel, con un discurso muy plano hasta en situaciones límite en las que tendría que haber dado un golpe encima de la mesa; por no hablar del que, creo, es uno de sus talones de Aquiles, la gestión de los cambios durante los partidos. El no haber quemado siquiera la bala del cambio de entrenador, también me parece un error. Y por último, también quería señalar a los jugadores que, al fin y al cabo, son los que pisan el césped cada domingo para tratar de conseguir los puntos. Todos sabíamos, antes de que comenzara la temporada, que teníamos una de las plantillas más limitadas de toda la Primera División, pero esperábamos más de hombres como Óscar, Víctor Pérez, Rukavina, Peña, Omar o Rueda, por nombrar algunos. Si juntamos todo esto obtenemos un cóctel explosivo que, como ha terminado sucediendo, acaba con el equipo en Segunda División.
Pero una vez depuradas las responsabilidades, algo que siempre hay que hacer, es el momento de mirar al futuro con optimismo, aunque sea complicado en estos momentos. Después de algunos días de desánimo, en el momento en el que conozcamos el nombre del nuevo entrenador y comience la vorágine del verano con los fichajes, nos volveremos a ilusionar. De eso no tengo ninguna duda. Porque los que sentimos dentro al Real Valladolid lo queremos esté donde esté. Porque lo que ahora parece todo negro, cada día que pase se irá volviendo un poco más blanco. Porque este equipo, si bien es cierto que ha acumulado tres descensos en diez años, se ha repuesto siempre rápido devolviendo a nuestra ciudad al lugar que se merece, la Primera División. Porque hay que hacer bueno ese dicho de “Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite”. Porque el Real Valladolid es mucho más que las personas que lo integran. Y en definitiva porque, aunque algunos se hayan empeñado en demostrar lo contrario, somos de Primera.
¡Volveremos, que de eso nadie tenga ninguna duda!