Desde el descenso de 2010, Javier Baraja ha sido considerado un centrocampista más. La decisión de Clemente fue secundada por hasta cuatro entrenadores más

El 10 de abril del año 2010 el Real Valladolid vivía un momento muy duro. Tras la destitución de José Luis Mendilibar y el fracaso de Onésimo Sánchez, Javier Clemente debutaba como entrenador blanquivioleta en lo que era la última bala de Carlos Suárez para poder salvar al club del descenso de categoría. El presidente pucelano había confiado en el veterano entrenador para buscar una heroica que no pudo conseguir. Eso sí, el experimentado entrenador se marchó del estadio José Zorrilla dejando el regalo de un centrocampista: el capitán Javier Baraja.
Después de que el ex seleccionador español y actual de Libia confiara en el ‘8’ en su estreno en Tenerife, Baraja se hizo un fijo en sus ocho jornadas como entrenador. De esta forma, el vallisoletano terminaría disputando 617 minutos de los 640 que vivió Clemente en Valladolid. Terminó siendo un futbolista vital para el equipo a la vez que superaba a otros compañeros como César Arzo, Haris Medunjanin o Héctor Font en el centro del campo. Todos ellos quedaron en un segundo plano porque el capitán había aprovechado la oportunidad que le había dado Clemente, un preparador que dejaría un testigo que, más tarde, recogerían todos los entrenadores pucelanos: Antonio Gómez, Abel Resino, Miroslav Djukic y Juan Ignacio Martínez.
Un testigo recogido
Han sido cuatro entrenadores más y cuatro perfiles de juego y entrenamiento muy diferentes pero que todos terminaron volcándose en la decisión del veterano entrenador. Su experiencia valió para que el Real Valladolid viera una rama más de su capitán y para que Javier Baraja experimentara un nuevo rol en sus últimas cuatro temporadas en el estadio José Zorrilla, disputando 62 partidos así.