El Real Valladolid vive un momento triste de su historia. Sin salir de la Ley Concursal, el club vivirá su sexta temporada en Segunda de los últimos once años

13 de mayo de 2012 es la fecha en la que el último verdugo del Real Valladolid era un hombre muy envidiado futbolísticamente por tierras pucelanas. Mientras el Real Valladolid luchaba por ascender a Primera división, el humilde Levante de Juan Ignacio Martínez certificaba su histórica clasificación para disputar la Europa League. En aquel momento, el técnico alicantino parecía un sueño inimaginable para el Pucela. Se trataba de un entrenador que adquiría nombre y que hacía su historia en los banquillos de la élite. Es decir, JIM, como se le empezaba a conocer, conseguía un hito que el Real Valladolid no podía ni soñar en aquel momento.
Ahora, sólo dos años después, Juan Ignacio Martínez es señalado como el máximo culpable del nuevo descenso del Real Valladolid. Sin la intención de querer quitar un solo ápice de culpa al máximo dirigente deportivo de esta temporada, el fracaso blanquivioleta global invita a mirar de una forma más amplia. La triste página que le está tocando vivir al club vallisoletano obliga a hacer un análisis más pormenorizado que uno que sea únicamente por el banquillo.
El descenso pucelano hace que los blanquivioletas tengan que jugar la próxima temporada su sexta campaña en Segunda división de las últimas once. Se trata de un dato sonrojante. Una cifra muy lejos de la culpabilidad de Juan Ignacio Martínez y, también, por qué no decirlo de la de Alberto Marcos. Ambos, aún actuales entrenador y director deportivo pucelanos, respectivamente, son las últimas personas destruidas por la trituradora en la que se está convirtiendo el Real Valladolid. La actualidad pucelana es tan dura, que sus limitaciones y sus trabas han terminado con un entrenador en progresión pero con grandísimos resultados a sus espaldas y con un director deportivo que es una enorme institución blanquivioleta. Ambos, con muchos errores, han sido devorados por un club que vive tristemente los últimos años y que llegue quien llegue, vivirá con las cuchillas de la trituradora muy cerca de su despido.
Un cuerpo técnico envidiable
El primero en caer de esta temporada va a ser el entrenador pero, seguramente, no el único. Como es lógico, tras un descenso, el entrenador es despedido. Juan Ignacio Martínez no puede seguir en el Real Valladolid y no seguirá. Su temporada es mala, como la del equipo. Sus errores han sido muchos y sus vaivenes continuos, pero nada priva para que él y su cuerpo técnico sigan siendo unos profesionales de gran nivel.
Juan Ignacio no ha triunfado en Valladolid, como tampoco lo ha hecho su magnífico cuerpo técnico. El Real Valladolid ha tenido durante esta temporada el privilegio de tener un segundo entrenador con experiencia como líder en Segunda B. Puede parecer un dato secundario pero éste no hace más que hablar de las dimensiones en las que se está convirtiendo la trituradora blanquivioleta. Ahora mismo es capaz de devorar a cualquiera porque, en la actualidad, el Pucela es un club a la deriva. No dispone de un presupuesto acorde para competir. No dispone de la organización y la filosofía necesarias para crear un proyecto estable y por supuesto, tampoco, se poseen las instalaciones mínimas para competir en igualdad de condiciones con equipos de su nivel.
Responsable en todos los sentidos
El Real Valladolid vive un momento duro, muy duro. La situación es tan límite que el futuro proyecto pasa más por una larga travesía por la categoría de plata que por un regreso rápido a la élite. Sinceramente, la solución no pasa por señalar culpables. Todos pensamos en Carlos Suárez, máximo accionista, a la hora de depurar responsabilidades pero siempre hay más.
Suárez comete errores y no evoluciona como debe hacerlo tras más de diez años como presidente pero también es el único que hay. En la realidad que es palpable y conocida por todos, queda claro que sin el máximo responsable de la actual situación pucelana, el club estaría descabezado por completo o quién sabe si peor. Suárez falla, pero Suárez está y ojala esté por mucho tiempo. No por cariño hacía él, sino por realidad.
Actualmente nadie querría entrar en el Real Valladolid. Es más, hoy por hoy nadie lo hace y nadie se involucra en el club como se espera de una provincia como Valladolid y de un club como el Pucela. De ahí también que Carlos Suárez esté convirtiendo al Real Valladolid en una trituradora capaz de devorar a Alberto Marcos pero, también, capaz de seguir siendo un proyecto. El blanquivioleta tiene una dirección presidencialista y con poca estabilidad, sí, pero, lo dicho, es un proyecto vivo que sigue existiendo y esperando que alguien le tienda una mano para que las leyendas y los buenos profesionales tengan mimbres para poder trabajar y llevar al club a unas cotas que este año no ha merecido porque las cuchillas estaban muy afiladas pese a vivir una interminable Ley Concursal.