Real Valladolid y Valencia empatan (0-0) en el partido de los porqués de su situación • Ambos arrojaron pocos motivos para el optimismo en sus objetivos
Con el objetivo de conseguir, por primera vez en la temporada, dos victorias consecutivas y, a su vez, poder prolongar a nueve los partidos sucesivos en el estadio José Zorrilla sin perder, el Real Valladolid afrontaba el duelo ante un Valencia tocado y dolido después de su ridículo europeo con necesidad de puntos y la presión del descenso muy presente al comenzar el duelo antepenúltimo clasificado. Pasados los 90 minutos de partido, esa necesidad de puntuar no se cumplía totalmente porque ambos conjuntos firmaban un empate a nada o a mucho, según se quiera ver.
Valencia y Real Valladolid terminaban firmando tablas a cero goles pero a muchas justificaciones de por qué unos están alojados en los puestos más bajos de la clasificación y por qué otros están sin cumplir las cotas europeas obligatorias por nivel, categoría, historia y presupuesto. Con ambos equipos con exigencia de puntos, la presión era palpable en los últimos metros para confirmar que las defensas se imponían a los delanteros. Es decir, la pobreza quedaba demostrada.
Pese a las dificultades propias, Juan Ignacio intentaba dar un cambio y viendo que su planteamiento inicial no salía bien, y que era contrarrestado por el rival, cambiaba. De esta forma, el Pucela mostraba dos estilos bien diferenciados. Un equipo inicial con doble punta en la búsqueda de mucho juego directo y segunda jugada y otra versión con mucha intención de profundidad. Ambas ideas no terminaron de funcionar y el conjunto blanquivioleta terminaría el encuentro sin ver puerta y sin poder conseguir esos tres puntos tan obligados para el objetivo y tan necesarios para la autoestima. El punto obtenido saca a los pucelanos de los puestos de descenso pero no de pobres.
Miedo ante inseguridad
El Real Valladolid vive un momento en que el método y el camino son secundarios y los puntos el único objetivo de los partidos. Esa obligación de ganar, de puntuar y de salir de abajo le hace ser un equipo temeroso que, ante el Valencia, le volvió a costar entrar en el partido y adecuarse a las exigencias del juego. Por suerte para los jugadores de Juan Ignacio Martínez, enfrente había un rival con mucha inseguridad y poca confianza. El Valencia seguía dándole vueltas al partido ante el Basilea y, por ello, no conseguía materializar su mejor inicio de partido.
Tras una pequeña mejora de los pucelanos, que se entonaban tras los primeros 20 minutos de domino ché, la primera parte terminaría con un Pucela bien plantado pero sin ocasiones de gol. Todo lo contrario que el rival. Dentro del polvorín que es actualmente el Valencia, los de Pizzi mostraron pocas ideas de juego y un camino anárquico pero varias ocasiones de gol. La pólvora ofensiva de los valencianos asustaba a una grada pucelana temerosa y poco confiada.
Los más de 16.000 pucelanos congregados en la avenida del Mundial 82 afrontaban el descanso con penuria. Veían a su equipo sin llegar a puerta. Los de JIM tenían el esférico, sí, pero en zonas nada peligrosas y sin la colaboración de sus referencias. Ni un Óscar González desaparecido y desmotivado ni un Jeffren fuera de forma ni, tampoco, un Javi Guerra descolgado conseguían mostrar un motivo para el optimismo mientras se caían de las manos las muchas justificaciones de por qué este Pucela sufre tanto en los diferentes aspectos del juego.
Cambio de guión
Juan Ignacio afirmaba en la rueda de prensa previa al partido que tenía “dudas” sobre la parte ofensiva del equipo. Seguir con los dos puntas o dar la alternativa a jugadores de banda. Entre los motivos que le llevaron a seguir con el planteamiento ante la Unión Deportiva Almería, seguramente, estaría la plaga de bajas defensivas de los ché. Sin sus centrales titulares, Pizzi afrontaba el partido con Vezo y Fuego en el eje de la zaga. La improvisada pareja de centrales, lejos de lo esperado, superaba con creces la propuesta de Juan Ignacio Martínez de dos delanteros por lo que el técnico pucelano tuvo que cambiar.
Al poco de comenzar la segunda parte, Bergdich sustituía a Manucho para dar profundidad y rapidez al equipo. Con el marroquí en un costado y Jeffren en el otro, las bandas pasaban a ser teóricas protagonistas del juego de un Real Valladolid que no evolucionó lo suficiente y que tuvo que dar por bueno el resultado inicial porque pese a que Bergdich añadió frescura al juego, el Valencia terminaría en el área de un Jaime Jiménez, que con tres acertadas intervenciones, ayudaría al Pucela a sumar un punto insuficiente hoy por hoy pero valorable al final de temporada.
Pobreza pucelana
El mejor resumen del partido del Real Valladolid se podía leer por las redes sociales a poco del final. “Sí, el punto nos saca del descenso pero no de pobres” porque para muchos “era el día” de dar un puñetazo sobre la mesa. Ese golpe no llegó y no se dio porque el Real Valladolid está inmerso en una pobreza total. Desde las cotas más altas hasta las más bajas, el conjunto vive desesperado y fundido. Un ejemplo es el peso que tienen sobre el juego y sobre el día a día dos jugadores que no se encuentran casi ni al 60% de sus posibilidades.
Nadie imagina un Real Valladolid sin Óscar González ni Álvaro Rubio pero su nivel y su estado no está para ello. La exigencia que se está colocando sobre ellos demuestra que el Pucela vive un momento duro y una situación complicada pero que todo llega con el equipo fuera de descenso. El club está cogido con pinzas y el juego es mejorable, no hay duda de ninguno de los dos aspectos, pero con el único aspecto positivo de que el equipo está vivo. Por mérito suyos o deméritos del rival, este Real Valladolid, muerto en otras temporadas con lo realizado hasta ahora, está fuera de los tres últimos puestos. Así, sólo se puede pensar que sean estos dos últimos puntos los que inviten al Pucela a viajar a Pamplona con ilusión y confiando en una victoria.