El Real Valladolid obtiene un punto (0-0) en su visita al estadio de Getafe • Los de Juan Ignacio, que dan por bueno el resultado, merecieron más que el rival
“Míster, ¿Manucho por Javi Guerra?”. Se encaraban los últimos 20 minutos del partido del Real Valladolid en Getafe y el cuerpo técnico blanquivioleta meditaba qué cambio realizar en una de sus primeras permutas. Lo lógico, sacar a un agotado Javi Guerra y dar entrada a Manucho. Teórico cambio de cromos que quedó descartado. “Vamos a por ellos. Los tenemos encerrados. Hay que matar el partido. Debemos sacar tres puntos aquí. El equipo ha hecho un esfuerzo para ganar”, debió afirmar el míster blanquivioleta.
Sin estar cerca del banquillo blanquivioleta en Getafe, éstas pudieron ser las palabras de Juan Carlos Pereira y Juan Ignacio Martínez. Ambos quería ser ambiciosos y rematar un partido que por juego, trabajo, fútbol y ocasiones debían ganar. Como todas las decisiones, ésta tenía su riesgo y colocar dos delanteros en el terreno de juego podía ser arriesgado, pero este equipo lo merece. El Real Valladolid de las últimas semanas, marcado por la intensidad, el coraje y la actitud, se merecía, como poco, intentar el riesgo para buscar los tres puntos.
Se intentó, se peleó y se luchó pero llegado el minuto 85 no se había conseguido. En ese momento la lógica se plasmó en el campo para cumplir el dicho futbolístico que afirma que “lo que no has ganado en 85 minutos, no lo pierdas en cinco”. Así, en los últimos minutos el grupo se unía alrededor del punto que otorgaba el empate. Apretando los dientes, juntando las líneas y sufriendo más de la cuenta, el Real Valladolid terminaba en su área para cerrar el botín y demostrar con puntos que la mejora se sigue produciendo y que esta nueva versión del equipo, más conjunta y práctica, también puede realizar un buen fútbol. Partiendo de la seguridad defensiva en la que se está haciendo más fuerza en las últimas semanas, el equipo juega bien y sabe cómo hacerlo.
Llegada de segunda línea
El Real Valladolid de Getafe seguía siendo lo práctico que fue en los partidos ante el Athletic Club y el Villarreal. Equipo de pocos metros, con muchos movimientos y una salida de balón rápida. El equipo no jugaba directo, tampoco muy elaborado pero sí parecía que de memoria. Sus movimientos estaban muy ordenados, muy trabajados y salían a la perfección.
Un pase, una pared y, rápidamente, una opción rápida para seguir avanzando. Con este juego y estos movimientos parecía sencillo llegar al área rival y el equipo se acercaba a las inmediaciones de Moya con relativa facilidad, gracias a un buen fútbol. Un juego interior rápido y seguro apoyado por un Omar Ramos participativo en banda izquierda y dos puñales ofensivos en banda derecha, como Larsson y Rukavina, hacían muy peligroso a este Real Valladolid con una mejora sobre partidos pasados: la llegada de segunda línea.
Durante los partidos, no sólo de este año sino también de la temporada pasada, el equipo adolece mucho de disparos a puerta. Genera ocasiones, llega a la frontal del área pero pocas veces busca el marco rival. Sólo Patrick Ebert muestra (o mostraba) su golpeo de balón a media distancia. Afortunadamente, en el Getafe no fue así. La segunda línea del Real Valladolid tuvo llegada y ocasiones. Álvaro Rubio, Víctor Pérez y Fausto Rossi buscaban a Moya desde media y larga distancia. Lo práctico de este Real Valladolid también pasa por estos golpeos que más de un susto dieron al casi desierto estadio madrileño.
Soberbia defensa
Se llegaba al área rival con elaboración y rapidez, se generaban ocasiones y se sacaban inmensidad de saques de esquina. El gol debía llegar, el Real Valladolid lo merecía. El equipo se mostraba seguro y, desde ahí, hacía méritos para llevarse los tres puntos. Esa seguridad que invita al optimismo tenía su principal valedor en la defensa. Desde un omnipresente Antonio Rukavina que volvió a ser el de la temporada pasada, un Carlos Peña más seguro defensivamente que en otras ocasiones y una pareja de centrales formada por Mitrovic y Rueda que rendía a gran nivel, el equipo no dejaba opción a la derrota.
Si perder no parecía una opción por el juego del equipo y la seguridad defensiva, la pegada arriba invitaba a algo más. Ocasiones a balón parado, acciones individuales de los jugadores del centro del campo y remates dentro del área de Javi Guerra o Daniel Larsson hacían insostenible la no victoria del Real Valladolid. Pasaban los minutos, y ya con la artillería de Manucho y Valdet Rama sobre el campo, el equipo lo seguía intentando hasta que Juan Ignacio Martínez, desde el banquillo y con un cambio, indicó a sus jugadores que había llegado el momento de parar.
Un buen punto
El equipo estaba crecido. Se veía con opciones de ganar y, es más, las merecía. Salidas de balón, llegada con muchos efectivos al área rival… El equipo estaba volcado en su afán de conseguir un gol que no llegaba. La ambición dejaba huecos a las espaldas de los defensas que, con rivales como Pedro León, Diego Castro o Pablo Sarabia, podían costar muy caros a los pucelanos. Juan Ignacio lo detectó y quemó sus cambios. Lluís Sastre por Víctor Pérez para asentar el equipo y evitar riesgos que robaran un punto más que merecido.
Con el mallorquín sobre el terreno de juego era el momento de apretar los dientes, envolver el punto y acercarlo al autobús del equipo para que no se perdiera en los últimos minutos. Tocaba remar, hacer un fútbol feo y defender las acometidas que la calidad individual del Getafe tiene. Diego Castro mandaba un balón al palo y el Pucela en ese momento se olvidaba de todo lo bueno hecho en 90 minutos de partido. Ahí, al ver la opción de perder el punto, el equipo se apretó más y vivió tranquilo los últimos instantes del encuentro, un partido que se pudo escapar en el último suspiro pero que el Real Valladolid había merecido ganar por fútbol, ocasiones y por el asentamiento de un estilo que crece semana a semana y que acerca al Pucela a su objetivo de la salvación.