Javier Clemente consigue activar la fe y la ilusión en Valladolid con una victoria vital ante el Sevilla. El Pucela pudo creer en una salvación que aprecía imposible
Se trataba, seguramente, del último clavo ardiendo al que podía aferrarse el Real Valladolid para mantener una mínima esperanza por evitar el descenso de categoría. Acuérdense que hasta el lema que utilizó el club para ese partido era lo suficientemente agónico para que la afición no diera todavía la espalda al equipo. “Una final, dos euros, tres puntos”.
Casi todas las balas estaban gastadas. La marcha de Mendilibar y el fallido revulsivo de Onésimo, desembocaron en el último órdago de Carlos Suárez: la llegada de Javier Clemente a falta de ocho partidos. Un empate en su estreno en Tenerife no era mucho botín teniendo en cuenta las circunstancias en las que se encontraba el equipo, pero fue como atisbar un pequeño destello de luz al final del túnel.
Poco más tarde tocaba su presentación en el José Zorrilla y el trabajo del técnico vasco no pasaba sólo por levantar a un equipo hundido sino también por poner en pie la ilusión de una afición muy desencantada con el equipo y con el club en general. Dicho y hecho. El Real Valladolid soltó en el campo el mejor partido de la temporada y el público respondió desde el minuto cero al llamamiento del club y del propio Clemente. Alentaron al equipo de principio a fin.
Un movimiento táctico tan sencillo como jugar con cinco defensas cuando el equipo no tenía balón y con cuatro cuando sí lo tenía, desactivó a un Sevilla que dependía mucho de lo que Navas hiciera. El resto de figuras hispalenses no aparecían desde hace ya varias jornadas. Mientras, en la parte ofensiva, todo lo canalizaba un bullicioso Nauzet Alemán. El canario aparecíaa muy libre de marca y generando grandes oportunidades de gol. La superioridad local en el juego era clara pero en el marcador no lo reflejó hasta que faltaban cuatro minutos para el descanso. Una falta botada por el propio Nauzet fue rematada por Diego Costa. El brasileño superaba a Palop y desataba la locura en Zorrilla.
El Pucela continuó a lo suyo en los primeros compases del segundo acto. Presión alta y concentración máxima. Dichos ingredientes dieron como resultado muchas recuperaciones de balón en zonas peligrosas. En una de ellas, Diego Costa asistió a Manucho y el angoleño lo aprovechó para poner el dos a cero en el marcador.
Con el marcador el Sevilla no reaccionaba y el partido parecía sentenciado. Pero los equipos necesitados de puntos como aquel Valladolid siempre encuentran piedras en el camino. Ahí apareció Juan Cala, con un Sevilla sin argumentos, para clavar un misil desde la distancia en la escuadra de Jacobo. El miedo a perderlo todo se apoderó de Zorrilla y el Sevilla en un par de balones colgados al área apunto estuvo de encontrar el empate.
Al final el Pucela aguantó y consiguió una victoria muy necesitada. La afición logró ilusionarse con una posible permanencia que finalmente no se consiguió. Pero al menos ese día fuimos felices.
Esperemos que este año luchando todos juntos, jugadores, prensa y aficionados, logremos evitar esa agonía y por supuesto ese desenlace. Para ello, que mejor manera que conseguir los tres puntos este fin de semana. Aquel día cogimos aire, este domingo podemos ganar en tranquilidad.
Alineación blanquivioleta: Jacobo Sanz; Pedro López (Alberto Marcos 56´), Nivaldo Batista, Henrique Sereno, Asier del Horno, Antonio Barragán; Javier Baraja, Borja Fernández, Nauzet Alemán (Marquitos 66´); Diego Costa y Manucho.
Vídeo del partido: