La entrada de Álvaro Rubio al terreno de juego dio al Pucela ese punto de tranquilidad y estabilidad que necesitaba. Su vuelta, vital para el equipo

Entre tantos lesionados como tiene la enfermería del Real Valladolid en estos momentos había uno que destacaba sobre el resto. La recuperación de Álvaro Rubio resultaba vital para que Juan Ignacio y los suyos recuperaran el orden y la seguridad defensiva a la que el técnico alicantino tanto hace mención en las previas de los partidos. Tras varias semanas, el riojano regresaba a una convocatoria. En un inicio no era titular pero pronto saldría al terreno de juego. JIM, nervioso al ver a su equipo partido en el centro del campo, no se la quiso jugar más y arriesgó con el ’18’.
Sin conocer con exactitud el verdadero nivel físico del futbolista, su entrada produjo un cambio muy positivo para el Real Valladolid. El equipo, el cuerpo técnico y los aficionados afrontaron otro partido al ver al futbolista en el terreno de juego. Su presencia calmaba los ánimos nerviosos que se veían en el estadio José Zorrilla. El problema estaba en el resultado. Rubio contagiaba tranquilidad pero el 0-2 seguía en el marcador. Finalmente, y tras 26 minutos con él sobre el verde, el Pucela recuperó un punto. Un empate importante casi tanto como el regreso de un futbolista que demuestra en todos los partidos que su juego se resume en ser un engranaje perfecto.
Parte vital del juego
El Real Valladolid quería ir a buscar algo positivo del partido. Necesitaba, al menos, obtener un punto de un encuentro que se le había puesto en contra casi desde antes de empezar. En la segunda parte la entrada de Manucho partía el equipo. Las funciones por enlazar de Rossi dejaban a Javier Baraja muy solo en la zona de creación y en el trabajo por unir ataque y defensa. El capitán blanquivioleta se veía desbordado por el trabajo y agotado ante las transiciones veloces de futbolistas como Vitolo o Bacca.
El esfuerzo de las últimas semanas pasaba factura a un Baraja que no encontraba el nivel de partidos pasados cuando rindió a un gran nivel. Así, era el momento del cambio. Con un marcador adverso y la necesidad de puntuar, la tranquilidad y templanza de Rubio parecían vitales. Líneas de pase por detrás del juego, salidas de balón seguras y sin riesgos y conducciones de más de 20 metros. El Real Valladolid ganaba en profundidad y en seguridad. Rubio otorgaba otro perfil al equipo y mayor libertad a sus compañeros. Por detrás del balón siempre estaba el ’18’ y antes de ir a por el primer tanto, él se encargaba de evitar el tercero. Si el objetivo del punto ya estaba difícil, con un tercer gol sería imposible.
Juan Ignacio sabía que un tercer tanto sería desastroso para sus intereses y lo evitó con Álvaro Rubio. Con el riojano el trabajo de contención y seguridad crecían para que la parte ofensiva del equipo buscara dos tantos que finalmente llegaron y que dan al equipo una alegría casi tan alta como la recuperación de sus efectivos.